¡Mesa para uno!

Solo pero no tanto

Miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿Cuántas veces tuviste el impulso de ir a comer o beber solo, pero no pudiste conseguir a nadie para que te acompañe y te quedaste en casa? ¿Te intimida la idea de disfrutar de una cena gourmet o brunch por tu cuenta?

Es hora de decirle chau a los prejuicios y animarte a cambiar las pantuflas y los congelados por una verdadera comida. Para que veas que no estás solo, Buenos Aires cada vez tiene más hogares unipersonales (con un porcentaje del 38,2% para hombres y el 61,8% para mujeres según la Dirección General de Estadística y más de dos millones de personas viviendo solas en nuestro país según el Indec).

Asimismo, si necesitabas más evidencia para sustentar esta pulsión, dos profesoras de la Universidad de Georgetown, Rebecca Ratner y Rebecca Hamilton, publicaron hace unos meses un estudio revelador luego de una década de trabajo. ¿La conclusión? Al no animarte a hacer programas solo, te estás perdiendo de mucha diversión. Al parecer, el mayor obstáculo a la hora de salir por cuenta propia no es tanto el temor a no pasarla bien, sino que en verdad se trata más de sentirse juzgados por terceros. Es decir, la mirada ajena. Se subestima constantemente el disfrute de ver un espectáculo o comer solo en un restaurante. Ese error de cálculo, se está volviendo más problemático, porque la gente cada vez trabaja más, se casa más tarde y prácticamente tiene menos tiempo libre.

Algunas recomendaciones para empezar a poner en práctica esto de salir y pasar un buen rato de a uno.

En la barra nunca estás solo: para animarse a hacer algo nuevo hay que ir de a poco, “baby steps” que le dicen. Con este criterio, salir a beber por tu cuenta sería el primer y lógico paso. Si hay un lugar donde es difícil sentirse incómodo estando solo, es en la barra de un bar. Primero, porque es donde usualmente se encuentra más gente sola, y luego, porque con el boom de la coctelería de autor y la tendencia de salir entresemana, es el plan cantado para muchos –y una manera perfecta de conocer gente también.

Si hay un lugar donde es difícil sentirse incómodo estando solo es en la barra de un bar

Tres lugares ideales para empezar son Verne Club, MAD y Shout. Ubicados en tres sitios distantes entre sí (Villa Crespo, Belgrano y Retiro) y con improntas diferenciadas. Para los más tradicionales Verne Club, un ambiente cuidado y jazzero con propuestas de coctelería clásica pero con un twist (de la mano de la reivindicación de Fede Cuco de tragos como el clarito y otros históricos). La carta a cargo de Yago Márquez, acompaña bien con platos simples como panchos gourmet a precios razonables (los postres, en particular el domo de chocolate y la nueva pirámide de maracuyá con menta, la rompen). De los cocktails de la nueva carta que propone “Una vuelta al mundo en 8 cócteles”, el Magreb Sour no defrauda, y tampoco el “Do You Remember the Cosmo? La conversación en barra fluida y amena, si bien hay que decir el equipo ha cambiado mucho y el público se ha renovado. Tiene tarjeta y un patio que promete en verano.

En el otro extremo de la ciudad, MAD, con carta ideada por Seba García y ejecutada por Seba Chiani, se la juega un poco más. Esto puede verse ya sólo en la estética de los cocktails. Esto no es necesariamente ni mejor ni peor, pero sin dudas llama la atención y sorprende con su audacia y artística. La barra es pequeña, pero el corazón es grande. En la semana está relativamente tranquilo, y a la par de los tragos podés degustar hamburguesas caseras de distintos tipos de carne –que son algo caras–, acompañadas por onion rings o papas. Algunos de los tragos signature del lugar, y muy ricos, son la Caipi Mad, el Mojito Andino o el Apple Foam, pero siempre podés pedir un negroni Sbaggliato bien preparado o un Bloody Mary por cuyo garnish matarías. Lo más entretenido, la nutrida barra con botellas raras de todo tipo (hay hasta una con forma de espada) que escala hasta el techo. No te dejés engañar por el look motoquero exterior del local, acá se sirve coctelería elegante y de la buena. La contra es que no tienen tarjeta.

Cerramos con Shout, en el circuito tradicional de Retiro, el restó-bar (¿o bar-restó?) a cargo Sebastián Maggi y Santiago Lombardi, donde además de tomar bien se puede comer rico. La coctelería es speak up basada en sabores e ingredientes que “hablan” (o gritan, según el caso), con tragos frutales, aromáticos y originales. Nuestros favoritos, el “Milonga”, un tereré coctelero a base de gin Apóstoles, Campari, licor St. Germain, jugo de pomelo y lima, almíbar casero floral y agua tónica, y el más viejo “La niña bonita”, con Apóstoles, Sauvignon Blanc, jugo de lima y pepino, y el almíbar Oriental Refresh Nro 3. Están en plena renovación de carta, pero hasta hace poco estuvieron ofreciendo locuras como cocktails con aceite de oliva. Para completar el combo hay una variada carta de vinos que se venden por copa (se puede inclusive pedir cuartos lo cual es genial para degustar) y cocina a las brasas a cargo del ex-Naná Javier Hourquebie. Hace poco abrió el Shout Café, donde podés comer si andás al mediodía por la zona, y en el que la ensalada de arroz yamaní, la hamburguesa y el sándwich veggie, van bien. Eso sí, prepará la billetera porque todo tiene su precio. Aceptan tarjeta.

Como conclusión, si mirás por encima de tu hombro seguro encuentres a muchos más en el mismo plan. Relajá y disfrutá.

En esta línea, y citando una nota reciente del escritor Oliver Burkeman en la que explica que probablemente el único que va a prestar si estás comiendo solo sos vos mismo, ¿qué tal salir a comer por tu cuenta? Las opciones son varias, podés o bien empezar experimentando con algo que se ha puesto muy de moda hoy y que son los restos a puertas cerradas que ofrecen un ambiente más íntimo, o probar con el social dining al estilo CookApp, que ofrece opciones para ir tanto en pareja o grupo como para gente sola.

Si sos más mandado podés salir en una cita…con vos mismo. Por algo hoy se habla del masturdating (cita de a uno) como lugar cada vez más común. Algunas sugerencias para empezar: Blanch, Fukuro Noodle Bar y UCO. Fukuro toma inspiración de los noodle bars tan comunes en otras partes del mundo (Tokio y NY dos ciudades con gran concentración de singles), con sus largas barras pensadas para comer de a uno, un menú acotado pero efectivo y onda joven y descontracturada. Aquí las entradas son gyozas y baos muy ricos a precios accesibles, y todo tipo de ramens (sopas de fideos, por decirlo en criollo). De hecho, este es el paraíso de los ramen. Si te gusta o te intriga la comida japonesa, podés mandarte un día de semana. Sólo abre a la noche. Cualquier cosa que te quedes con ganas de un ambiente más social, estás rodeados de bares de cerveza y brew pubs, sin ir más lejos, On Tap enfrente.

Blanch ofrece el resguardo y la intimidad de una linda casa en las inmediaciones de Colegiales y Palermo, se suelen ofrecer menús de pasos (ahora están con un ciclo de cocineros invitados) y las influencias son tan variadas como la cocina francesa y asiática con el toque porteño, y donde podés degustar desde un creme brulee a una tortilla de papa pasando por unas gyozas. Pocas y pequeñas mesas, vinos y cocina a la vista, casi como si estuvieras en el living de tu casa, y con una terraza simpática que cobra vida algunas noches calurosas, es un buen lugar para cenar o brunchear solos. El brunch merece comentario aparte, con cuatro pasos que pueden incluir tortilla con huevo poché, huevos revueltos con panceta o hamburguesa de cerdo, panceta, pasta de maní y colesaw, aparte de opciones dulces, el infaltable aperitivo y rico café. Lo conocimos en el Food Week del año pasado y hemos vuelto cada vez que podemos. La atención, esmerada y cálida, se hace sentir y es ideal para acompañar al comensal solitario.

Para finalizar UCO, si bien quizás el más costoso de todos, vale la pena. Ubicado en el moderno Hotel Fierro, es un placer que cubre todos los sentidos, desde lo visual por lo lindo del lugar, o el gusto por su propuesta gastronómica. Lo bueno es si no te animás o te da el bolsillo para cenar, ahora los almuerzos son un poco más accesibles con opciones que cubren ceviche, hamburguesas de ternera con panceta ahumada al quebracho y chiminesa casera (todo en pan de campo), y un brunch que venden con el título de “Un verdadero desayuno irlandés” (habría que agregar cocinado por un verdadero irlandés, el chef Edward Holloway) con salchichas, panceta, huevos y morcilla.Sin lugar para los débiles”, sería el subtítulo. La coctelería también coquetea en este resto, con una barra que ofrece algunos cócteles interesantes y habiéndose celebrado hace poco ahí una de las ediciones de las “Veladas Paquetas” a cargo de Luis Redondo y el conocedor Ariel Lombán. Lo bueno de comer en un hotel es que el público es variado y la visual de huéspedes comiendo en solitario no espanta a nadie.

Verne Club – Av. Medrano 1475

MAD – Av. del Libertador 6002

SHOUTMaipú 981

Fukuro – Costa Rica 5514

BlanchÁngel Carranza 2181

UCO Soler 5862

Laura Marajofsky
Analista de cultura y medios. Colabora con La Nación, Brando, Elle, JOY, Bacanal y Crisis. Es fotógrafa gastronómica, y curadora del blog DrinkMe sobre coctelería & cultura. Vive en Buenos Aires.


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