A COMER QUE SE ACABA EL MUNDO

¡Aguante la Cocina Inconsciente!

Lunes, 23 de noviembre de 2015

Si comer consciente es transformarse en vegetariano, vegano, raw (los que comen todo crudo), paleo, etcétera, no estamos dispuestos a cambiar de equipo.

No es que seamos kamikazes, unos locos que se matan comiendo. No estamos ni ahí de cerca de aquellos personajes de esa gran película que se llamó en castellano “La Gran Comilona” y que dirigiera Marco Ferreri.

Es cierto que a veces hay que parar porque el cuerpo lo reclama. Y lo primero es la salud, claro. Pero nadie muere comiendo un asadito, ni siquiera un salmón rosado con antibióticos incluidos.

Después de concluir una suculenta comida en La Brigada, por caso, uno no entiende cómo se puede ser vegetariano. Y luego de un vino, seguido de un whisky bajativo, no hay forma de ser abstemio.

Hoy existen varias tribus que se empeñan en convencer a la gente de las supuestas bondades de comer sano. Que para ellos es no comer carne, si son veganos tampoco productos derivados de los animales, evitar las harinas (una blasfemia salvo que seas celíaco), si hay locos que solo quieren comer desperdicios de lo que deja el resto de los mortales.

Y no entremos en las prohibiciones religiosas para no crear más polémica.

Hace un tiempo, un cocinerito que nos baja línea sobre lo que debemos y no debemos comer, compartió una mesa con nosotros en una fiesta de amigos comunes. Y lo que vimos nos resultó patético: comía solamente pan con chimichurri, sin el chorizo del choripán o la hamburguesa. ¿Se imaginan un asado sin carne? 

Todo esto viene a cuento porque últimamente se ha puesto de moda, cual Agricultura Biodinámica puesta sobre la mesa, la idea de “comer consciente”. Mucha verdurita, nada de asado, nada de vino, que olvidate del foie gras y del guiso de mondongo, ni buseca, mucho menos puchero, ni siquiera un flancito porque los huevos provienen de las pobres gallinas maltratradas.

¿Quién nos va a quitar el placer de descorchar una botella con burbujas para brindar en un cumpleaños? Cómo privarnos de un asado entre amigos. Preferimos ser inconscientes gourmet, gozar del placer de comer y no privarte de todo por el simple hecho de proteger a los animales (como si no existiera la ley de la selva en la naturaleza), o de cuidar excesivamente la salud (hay que tener equilibrio, como en todo) para que después salgas a la calle y te atropelle un auto.

Hay que convenir que eso de la Cocina Consciente no es un invento local. Sí hay gente fundamentalista que lo adaptó a nuestras costumbres y lo quiere imponer, ya sea por convicción o negocio, o ambas cosas a la vez. O únicamente para parecer excéntrico. Y vaya si lo consiguen.

Leemos en un blog español (“Comer y Callar”), que hay una “sagrada forma de comer y estamos en buen momento para compartir este mensaje que nos hace conectar con la fuente, llenarnos de luz y sanar cuerpo, mente y espíritu con cada bocado”. Señores “conscientes”, exegetas de la Cocina Consciente, déjennos comer en paz. Viva la Cocina Inconsciente, al menos mientras el cuerpo aguante. 

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