Elogio de la sencillez. Con esta definición que nos remite al colega Abel González (autor del libro, lamentablemente agotado, “Elogio de la berenjena”), le rendimos pleitesía a Restó, que desde 1997 deleita nuestros paladares de la mano de María Barrutia primero, María y Guido Tassi después, y Guido ahora en solitario...
Pero nada ha cambiado, y si lo ha hecho es mínimo y para mejor. Ambos cocineros se formaron con Michel Bras, creador de un estilo propio y no un sacador de recetas tradicionales francesas. Los platos de Restó son así, sencillos, pequeñas obras de arte (algunos dicen que lo bueno viene en envase chico aunque no siempre, sí en este caso), sabores que se potencian entre sí y están perfectamente combinados, nobleza de productos, un sinfín de placeres que nunca defraudan.
Los almuerzos de lunes a viernes proponen elegir entre tres entradas, cuatro o cinco principales y algunos postres, que son el paso obligado entre lo salado y lo dulce, como sorprendentes creaciones con aceite de oliva, el infaltable Chocolate que Fluye de M. Brás (que el propio Guido se encarga de aclarar que no es un coulant o un volcán de chocolate). O si lo prefiere , el plato de quesos (en el menú propuesto como entrada, no a la francesa) puede suceder al principal si uno lo pide como antepostre o postre.
Elogio de la perfección, podríamos agregar para ser más contundentes. Olvídese del salón algo ruidoso, de la pequeñez del local, porque la cocina y el servicio (a la sazón es lo que más nos importa) son un culto a la excelencia. Camareras atentas e informadas, un sommelier discreto, vinos servidos en su justa temperatura, comida de primera y precios que son inferiores a los de otros restaurantes de similar nivel culinario.
Siempre me fascinó Winston Leonard Spencer Churchill, no por sus ideas políticas, pero sí por muchas otras razones. Quizás una de ellas es que nació el mismo día que yo, un 30 de noviembre. Muchas de sus frases pasaron a la historia, y se sabe tanto de su papel durante la Segunda Guerra Mundial como de sus gustos de sibarita. Era fumador de habanos, como se lo puede ver en las fotos de época, pero también se convirtió en un bebedor empedernido y un gourmand. Winston Club le rinde homenaje con un bar en la planta baja, y un living speakeasy escaleras arriba. La cocina del chef Jonás Alba luce impecable en este lugar, uno de los escasos muy british que podemos encontrar en Buenos Aires.
A veces, la crítica gastronómica te ofrece la oportunidad de disfrutar de experiencias similares en una misma semana. Ya nos pasó con los omakase algunas semanas atrás, y ahora con las tapas. Justo después de la presentación de "Tapeando" en la Embajada de España, llegó la visita a "Caldera" y, por tercer día consecutivo tuvimos otra tapeada de la que vamos a explayarnos en otra nota. En el caso de Caldera, de la misma sociedad de Le Rêve (restaurante ubicado justo enfrente), se destaca por su propuesta de tapas y pintxos, cuya cocina está a cargo de la joven Leticia Berceruelo (ex Restó S.C.A).