Pedro el Grande de Campana

Italpast siempre el mejor

Lunes, 16 de octubre de 2017

Volver a Italpast una y otra vez, cada vez que se pueda aunque nos separen 75 kilómetros. El placer de la comida sencilla, que no es otra cosa que el alma de la culinaria italiana.

Vale la pena, realmente lo vale. El viaje a Campana, con la promesa de comer en Italpast, sigue siendo una aventura imposible de eludir. No con la frecuencia que uno quisiera, dados los 75 kilómetros que nos separan de esa ciudad bonaerense.

Pedro Picciau nació en Cerdeña pero llegó de muy chico al país con su familia. Aquí Doña Cecilia tendría a su hermano Juan Carlos

Cuando uno llega a Italpast no sorprende encontrarse con los amigos de siempre, la familia, bien a la italiana como tantos argentinos por las que corre esa sangre caliente. En el ristorante de Campana uno se siente como en cualquier rincón de la isla de la que llegó la familia Picciau en el siglo pasado.

A la cocina de Pedro no le hacen faltan extravagancias ni excentricidades para destacarse. Es la comida simple, rica, con pocos ingredientes y recetas milenarias. Nada de "botturismo" (por Massimo Bottura), como les gusta a los jurados de los 50º Best.

La historia de Italpast nos obliga a retroceder en el tiempo en busca de Don Gino y Doña Cecilia, ambos oriundos del pueblo de Monserrato, en Cerdeña.

Desde su llegada a Campana, la familia Picciau emprendió proyectos gastronómicos vendiendo pan casero en la calle. Más tarde, abrieron sus propios establecimientos: una pizzería y un bar-restaurante, luego una rotisería y una fábrica de pastas.

Italpast fue fundado por Pedro y su esposa Mona, en 1995. Ya en 2008, Luciano -el hijo mayor- y su esposa Marcela comenzaban a construir su propio camino con Italpast La Reserva Cardales donde prima la misma filosofía de trabajo.

La carta de Italpast cambia en pequeños detalles que, empero, no modifican la esencia ni el estilo que han hecho conocido al restaurante más allá de los límites de su ciudad.

Prima Pasta Café (en honor al restaurante de Miami de este nombre) es un antipasto de jamón crudo estacionado 18 meses, mortadela italiana, quesos, berenjenas y tomates secos. No falta nunca la porchetta alla sarda horneada 12 horas. Hay además burrata con jamón crudo; croquetas de la casa; ceviche sardo, y carpaccio de salmón, entre otras entradas.

Las pastas son el punto fuerte del menú. En las rellenas, los ravioli de Pietro al funghi (de carne con hongos y salsa de tomate fresco); tres tipos de lasagna (cinco cebollas, della nonna, o nero di seppia y gamberoni). Y los históricos tortelloni burro & oro, que le dieron al chef un premio en Bologna frente a colegas nacidos en Italia de todo el mundo. 

Y las secas, como los cappellini funghi porcini; o spaghetti della mareggiata (con mariscos), o los penne rigate con ricota y berenjenas.

De la pasta fresca, destacamos un plato insignia de la cocina sarda: pappardelle aum aum con tomate, berenjenas, mozzarella de búfala y albóndigas. Hay varias opciones más: fettuccine alla carbonara o nero di seppia con gambas; gnocchi de papas con ragú, o de espinaca, soufflé. Y tres risotti: clásico alla milanese; con gambas, o con hongos y pasta de trufas. Hay cuatro variedades de pizzas.

Además, conejo a la cazadora; bistecca di manzo curada, con funghi porcini y pasas rústicas; bondiola de la campagna, y otro clásico, roast beef alla pentola (a la cacerola, que sale con papas al horno).

También proponen tres platos con pescados, uno de ellos siempre firme en la carta: pacú en las tejas, saborizado con hierbas, más hortalizas y papas. Un  homenaje al río cercano.

Y hay postres clásicos como tiramisú; affogato y panna cotta. O mandarinella y gelati.

Muy nutrida está la carta de vinos, a precios razonables. Y tienen una tentadora despensa para llevar a casa lo mejor de Italpast y seguir con la gran comilona.

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