Al Fares 2 nació cuando el 1 aún permanecía abierto. Por una avivada criolla del propietario, los Badwan debieron cerrar el local original y pusieron toda la carne en el asador en la misma calle Aráoz cruzando Córdoba. Allí sirven rica comida casera de su tierra, a una notable relación precio calidad.
Lo visitamos por primera vez en julio de 2016, en el viejo local de la misma calle Aráoz cruzando Córdoba. Al poco tiempo nació Al Fares 2 pero al no renovar el contrato de alquiler el 2 pasó a ser 1.
Apasionante es la historia reciente de esta familia siria, escapada de los horrores de la guerra. Los Badwan son sirios cristianos. La familia está encabezada por Hatem ("caballero" en árabe). Y el hombre responde a ese apelativo.
Pero el primero que llegó a Buenos Aires fue su hijo Fares (que pudo salir de su patria por la frontera con el Líbano y luego un avión vía Dubai, Río de Janeiro, con destino final en Buenos Aires).
En 2016, llegó la segunda parte de la familia: los padres de Fares, una hermana y el más chico de los descendientes, que va a la escuela griega del barrio. Los dos menores ya parecen porteños por como hablan el español argentino.
Y finalmente fue el turno del hijo mayor, Osama, quien se quedó un tiempo más en su patria porque había ingresado al Seminario de la Iglesia Ortodoxa.
Macluba, la paella árabe.
A tres años y medio de aquella primera visita, Hatem ya habla fluidamente el castellano. Siempre nos recibe como si fuéramos de su familia. "Esta es tu casa, siempre", es su frase de cabecera.
Imposible hacerle entender que uno quiere pagar la cuenta. Si hasta se enoja si dejamos propina. Hay que entender la mentalidad de los árabes, generosos y agradecidos si alguien le dio una mano cuando más lo necesitaban.
Nos gusta mucho más esta locación, con su decoración típica, austera pero cálida y simpática. Al fondo un patio iluminado y la parrilla de la que no hace tanto tiempo Hatem nos deleitó con un cordero asado durante varias horas.
Esta última visita nos recibió con la habitual picada árabe. Nunca faltan el hommos (respetamos la denominación tal como figura en la carta). Y además, mutabal (pasta de berenjenas molidas con tahini); tabule (perejil, tomate, trigo burgol y cebolla); babaganuch (berenjena, tomate, perejil y cebolla); mhammra (puré de pimientos rojos, nueces, ajo y perejil), falafel y hojas de parra rellenas de carne y arroz. Todo muy fresco y rico.
En Al Fares uno puede pedir la picada para compartir, con algunos de estos platos más shawarma al plato por solo $ 450.
A esta altura uno ya se sentía satisfecho. Pero Hatem siempre guarda una sorpresa para sus invitados. Como ya otras veces nos había preparado uzi, una monumental bandeja de arroz, carne, arvejas y frutos secos, esta vez nos regaló otro plato típico: macluba (conocida como la paella árabe).
Este plato contiene casi los mismos ingredientes que el uzi, aunque en este caso se agregaron berenjenas. La traducción de la palabra sería "dado vuelta" o "dar vuelta", ya que el recipiente en el cual se cocina se da vuelta sobre una bandeja o plato grande.
Para el final, dulcísimas baklawas y harise (bizcochuelo de sémola, coco y caramelo).
Si se busca cocina de Medio Oriente auténtica y honesta, sin lujos ni estridencias innecesarias, pero rica y muy accesible, Al Fares es una gran alternativa.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.
Siempre me fascinó Winston Leonard Spencer Churchill, no por sus ideas políticas, pero sí por muchas otras razones. Quizás una de ellas es que nació el mismo día que yo, un 30 de noviembre. Muchas de sus frases pasaron a la historia, y se sabe tanto de su papel durante la Segunda Guerra Mundial como de sus gustos de sibarita. Era fumador de habanos, como se lo puede ver en las fotos de época, pero también se convirtió en un bebedor empedernido y un gourmand. Winston Club le rinde homenaje con un bar en la planta baja, y un living speakeasy escaleras arriba. La cocina del chef Jonás Alba luce impecable en este lugar, uno de los escasos muy british que podemos encontrar en Buenos Aires.