Todos con la ñata contra el vidrioMartes, 20 de octubre de 2020Hay un mundo que es el de los funcionarios públicos y políticos en general, que viven de nosotros, y otro que es el real, el de los ciudadanos comunes que ya no pueden con su alma luego de siete meses de cuarentena. La gastronomía es, sin dudas, uno de los sectores más castigados. Pero por ahora hay que seguir esperando a que se dignen a reabrir los salones y espacios internos sin "aire libre".
"De chiquilín te miraba de afuera
Como a esas cosas que nunca se alcanzan...
La ñata contra el vidrio
En un azul de frío
Que sólo fue después viviendo
Igual al mío".
A diferencia del tango "Cafetín de Buenos Aires" (la letra de Enrique Santos Discépolo solo se refería a los chiquilines), todos estamos hoy con la ñata contra el vidrio.
Nos paramos en cualquier bar o restaurante de la ciudad con la ñata contra el vidrio, y solo vemos desolación, sillas dadas vuelta, pero también muchos casos en los que sus dueños han adaptado las instalaciones para la reapertura de al menos un 25% del aforo declarado.
Pero no hay caso, por más que CABA viene bajando sistemáticamente la cantidad de contagios, los funcionarios se toman su tiempo para habilitar los salones y por ahora solo permiten las mesas ubicadas al "aire libre".
De manera que por el momento, en este inestable mes de octubre donde llueve todo lo que faltó en el invierno y el frío se resiste a irse hasta el año que viene, los empresarios gastronómicos hacen lo que pueden para sobrevivir.
Los tiempos de "ellos", que cobran un sueldo que nunca quisieron bajarse y que reciben por los impuestos que nosotros pagamos, son diferentes a los reales porque ellos viven en una burbuja (que no es precisamente la del Coronavirus).
Para colmo de males, los funcionarios porteños temen tomar medias que no sean consensuadas con los "científicos" de la vereda de enfrente, para que no vuelva a ocurrir lo de los patios y terrazas internos que ellos habilitaron y el gobierno central prohibió 24 horas después.
Con sus peleas políticas se cagan en los empresarios gastronómicos que ya tocaron fondo. No vamos aquí a enumerar la larga lista de lugares cerrados definitivamente. Y los que vendrán, por supuesto, si esto sigue así.
No minimizamos a la pandemia ni mucho menos. Hay que cuidarse, pero tampoco estamos dispuestos como ciudadanos comunes a que continúen coartando nuestras libertades y destruyendo la economía.
Para el Presidente éramos ("somos" sigue diciendo aún) un ejemplo en la lucha contra el virus. Suecia era un caso donde todo se hizo mal, Chile también, todos para Alberto hacían las cosas mal menos nosotros.
Pero ayer pasamos el millón de casos comprobados (que no es lo mismo que la realidad, poque seguramente se están ocultando miles de casos). De manera tal que ya superamos a los suecos en muertos por millón de habitantes.
Por lo tanto, no queremos relajarnos ni mucho menos. Pero sí pretendemos que se tomen medidas coherentes y racionales, que si fueran de verdad un gobierno de "científicos" se habrían tomado hace rato.
Hace una semana, en CABA se extendió el horario de atención al aire libre de 7 a 1AM. Pero eso solo no alcanza.
Mientras tanto, muchos restaurateurs invirtieron una importante suma de dinero en adecuar las instalaciones, aun cuando llevan siete meses casi sin ingresos.
Abrieron los shoppings, abrieron peluquerías, abrieron espacios mucho más peligrosos por el contacto masivo y estrecho entre los clientes, pero los restaurantes solo pueden abrir cuando no llueve o hace frío. Y en un capacidad mínima. Y con el riesgo de la inseguridad en la vereda.
Siguiendo la línea del gran Discepolín, estos políticos que supimos conseguir son un verdadero cambalache. Y este país un gran quilombo en el que cuando pensamos que más no podemos caer, siempre nos encontramos con que el abismo es infinito.
Hay un mundo que es el de los funcionarios públicos y políticos en general, que viven de nosotros, y otro que es el real, el de los ciudadanos comunes que ya no pueden con su alma luego de siete meses de cuarentena. La gastronomía es, sin dudas, uno de los sectores más castigados. Pero por ahora hay que seguir esperando a que se dignen a reabrir los salones y espacios internos sin "aire libre".
"De chiquilín te miraba de afuera
Como a esas cosas que nunca se alcanzan...
La ñata contra el vidrio
En un azul de frío
Que sólo fue después viviendo
Igual al mío".
A diferencia del tango "Cafetín de Buenos Aires" (la letra de Enrique Santos Discépolo solo se refería a los chiquilines), todos estamos hoy con la ñata contra el vidrio.
Nos paramos en cualquier bar o restaurante de la ciudad con la ñata contra el vidrio, y solo vemos desolación, sillas dadas vuelta, pero también muchos casos en los que sus dueños han adaptado las instalaciones para la reapertura de al menos un 25% del aforo declarado.
Pero no hay caso, por más que CABA viene bajando sistemáticamente la cantidad de contagios, los funcionarios se toman su tiempo para habilitar los salones y por ahora solo permiten las mesas ubicadas al "aire libre".
De manera que por el momento, en este inestable mes de octubre donde llueve todo lo que faltó en el invierno y el frío se resiste a irse hasta el año que viene, los empresarios gastronómicos hacen lo que pueden para sobrevivir.
Los tiempos de "ellos", que cobran un sueldo que nunca quisieron bajarse y que reciben por los impuestos que nosotros pagamos, son diferentes a los reales porque ellos viven en una burbuja (que no es precisamente la del Coronavirus).
Para colmo de males, los funcionarios porteños temen tomar medias que no sean consensuadas con los "científicos" de la vereda de enfrente, para que no vuelva a ocurrir lo de los patios y terrazas internos que ellos habilitaron y el gobierno central prohibió 24 horas después.
Con sus peleas políticas se cagan en los empresarios gastronómicos que ya tocaron fondo. No vamos aquí a enumerar la larga lista de lugares cerrados definitivamente. Y los que vendrán, por supuesto, si esto sigue así.
No minimizamos a la pandemia ni mucho menos. Hay que cuidarse, pero tampoco estamos dispuestos como ciudadanos comunes a que continúen coartando nuestras libertades y destruyendo la economía.
Para el Presidente éramos ("somos" sigue diciendo aún) un ejemplo en la lucha contra el virus. Suecia era un caso donde todo se hizo mal, Chile también, todos para Alberto hacían las cosas mal menos nosotros.
Pero ayer pasamos el millón de casos comprobados (que no es lo mismo que la realidad, poque seguramente se están ocultando miles de casos). De manera tal que ya superamos a los suecos en muertos por millón de habitantes.
Por lo tanto, no queremos relajarnos ni mucho menos. Pero sí pretendemos que se tomen medidas coherentes y racionales, que si fueran de verdad un gobierno de "científicos" se habrían tomado hace rato.
Hace una semana, en CABA se extendió el horario de atención al aire libre de 7 a 1AM. Pero eso solo no alcanza.
Mientras tanto, muchos restaurateurs invirtieron una importante suma de dinero en adecuar las instalaciones, aun cuando llevan siete meses casi sin ingresos.
Abrieron los shoppings, abrieron peluquerías, abrieron espacios mucho más peligrosos por el contacto masivo y estrecho entre los clientes, pero los restaurantes solo pueden abrir cuando no llueve o hace frío. Y en un capacidad mínima. Y con el riesgo de la inseguridad en la vereda.
Siguiendo la línea del gran Discepolín, estos políticos que supimos conseguir son un verdadero cambalache. Y este país un gran quilombo en el que cuando pensamos que más no podemos caer, siempre nos encontramos con que el abismo es infinito.