Para los argentinos el asado es la palabra genérica que alude a esa cultura carnívora que representa toda una ceremonia desarrollada en familia y con amigos. De un tiempo a esta parte, han aparecido formas distintas de parrillas, que finalmente se convierten en restaurante de carnes. Vale tal estilo a lo que ofrece 1980 Parrilla de Culto, en Hurlingham.
1980 Parrilla de Culto - Avenida Gobernador Vergara 4365 Hurlingham - Teléfono: 15 5992 2694. Abierto de miércoles a lunes de 12.00 a 15.30, y de 19.30 a 23.00; martes de 19.30 a 23.00. Principales tarjetas.
Tipo de Cocina: Parrilla, Restaurante de Carnes
Barrio: Hurlingham
Precio: $$$
Cuando hablamos de asado entre argentinos, así en forma genérica, no cabe ninguna duda de que estamos refiriéndonos a la ceremonia de juntarnos alrededor de una mesa para disfrutar de la carne y las achuras que forman parte de nuestra cultura gastronómica (que termina siendo un culto).
En estos tiempos, la carne vacuna está siendo noticia por motivos menos alegres. La caída histórica del consumo per cápita en 2020, por causas que tienen que ver con la falta de dinero en el bolsillo de la población, el aumento del producto, la inflación y las promesas incumplidas de que iban a llenarnos la parrilla para que no perdamos esa tradición tan nuestra, se llevan los titulares en la prensa.
Ya vendrán tiempos mejores. Pero no siempre cada uno tiene a su alcance los medios para hacer su propio asado. Por caso, los que viven en departamentos o los que aun en su casa no disponen de una parrilla.
De ahí que siempre es un buen recurso recurrir a las parrillas de barrio, que suelen cumplir con las expectativas, ya que es muy difícil fallar cuando la materia prima es tan buena.
Sin embargo, hay que valorar la actitud de algunos restaurateurs que no hacen la más fácil. Son los que buscan proponer algo distinto en su rubro. Un caso paradigmático en CABA es el de La Carnicería, que apelan al procedimiento del ahumado y el uso de la carne en platos que son de parrilla pero que agregan un toque diferente en la cocción, la preparación y el acompañamiento en cada plato.
A Miguel Ángel Sosa lo conocimos hace tiempo por su otro emprendimiento: La Casona del Retiro. Esta vez lo visitamos en su "Parrilla de Culto", cuyo nombre (1980) alude a su año de nacimiento y al de su socio y amigo, Matías Molina.
A dos años de su apertura, han tenido que sobrellevar la cuarentena del año pasado y siguen padeciendo las restricciones impuestas para el sector gastronómico. Pero lo importante es que no han renunciado a un estilo que los diferencia.
Mucho más fácil resulta tirar un poco de carne sobre las brasas, sin prestarle atención a otros aspectos que revalorizan nuestra comida tradicional, la que más nos identifica aun sin ser autóctona.
Sosa no es ciertamente un improvisado. Es técnico en Administración Hotelera y Gastronómica, egresado del Instituto CENCAP. Antes de abrir su propio restaurante, se desempeñó como gerente de Operaciones y manager de franquicias de La Cabrera.
En Buenos Aires, fue camarero y barman en Gato Dumas Catering, en 1998 y 1999. En la misma época, trabajó como camarero de Banquetes y Restaurante en el Hotel Crown Plaza Panamericano (hoy Marriott). En el Hilton Buenos Aires fue team leader de banquetes. Y también responsable del Restaurante San Jorge Village.
Pero además el chef puede exhibir una activa labor en Barcelona, donde fue asistente en el área de A&B del Hotel La Mola; capitán de Banquetes en el Hotel Arts Barcelona, y maitre en el Restaurante del Gran Hotel Balneario Blancafort. En el Hotel Rey Juan Carlos, se desempeñó como barman.
En base a toda esa experiencia acumulada pese a juventud, desarrolló este proyecto que es una especie de rara avis en el Conurbano bonaerense. La base de la carta es la carne, por supuesto. Pero para darle un toque de distinción a la propuesta, utiliza el "Roner" como punto de partida de la cocción previa al paso de los cortes y las achuras por las brasas.
El resultado es inapelable y se manifiesta en la textura de la carne (como en el caso del vacío que no parece vacío, según dijo un cliente distraído), o en la de los riñones, chinchulines y chorizos).
De a poco fue educando al público que, para los tiempos de la inauguración de 1980, se sorprendieron con la cocción de una vaquillona sobre la vereda de la Avenida Vergara.
Compartimos con el dueño de casa una degustación que sirvió para comprobar la calidad de la propuesta, de la materia prima utilizada y de las técnicas aplicadas para hacer la diferencia respecto de una parrilla común y corriente de barrio. Hurlingham, en la Zona Oeste, es afortunada de contar con un restaurante de estas características.
Empezamos con las empanadas de carne, muy buenas, terminadas a la parrilla (las hay fritas también).
Luego, chorizos de puro cerdo cortados en pequeñas rodajas; riñones crocantes y sabrosos; los infaltables chinchulines en su punto justo; entraña jugosa; el vacío que "no parece vacío" que es un símbolo de la parrilla de 1980, así como el infaltable asado de tira increíblemente tierno.
Para acompañar, deliciosas papas fritas y ensaladas (mixta, y de rúcula y parmesano).
Los postres estuvieron a la altura, aunque siempre deben cargar con la parte más dura: seguir con lo dulce luego de tamaña ingesta de carnes. Flan y panqueques de dulce de leche, fueron los elegidos.
1980 exhibe una carta de vinos muy bien escogidos. Acompañamos la comida con un Piatelli Malbec Gran Reserva. Antes el trago de la casa: Amargo Obrero con gaseosa de pomelo, limón y un chorro de soda. El café es Segafredo en cápsulas, el mismo que acostumbramos a beber en nuestro domicilio.
El menú incluye también milanesas; pastas; hamburguesas y sándwiches hechos en la parrilla; provoleta 1980 con rúcula, jamón crudo y tomates secos; papas "de culto" con huevo, panceta y verdeo; bondiola; mollejas; morcilla; bife de chorizo de 500 gramos; matambrito de cerdo; pollo deshuesado; o bien parrillada para compartir.
En síntesis, una buenísima experiencia en la Zona Oeste, que bien valió el viaje desde CABA. Afortunados los hurlinghenses que lo tienen cerquita.
La chef ejecutiva de Casa Cavia, Julieta Caruso, renovó el menú de mediodía con una propuesta que permite pedir a la carta o bien elegir entre menús de pasos. A ello, se suma la coctelería creativa de la bartender Flavia Arroyo y una selección notable de vinos a cargo de Delvis Huck. La dirección general es de Guadalupe García Mosqueda.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.