AgrietadosLunes, 2 de mayo de 2022Avatares de la prensa independiente. Más aún en un área como la gastronomía, en la que abunda el elogio fácil y la complacencia. Si uno se sale del libreto, aparecen de inmediato los detractores y los que te castigan denigrándote o ignorándote, en el mejor de los casos. Pero lo que sorprende, es que la grieta haya llegado también a la relación entre el periodista y la bodega y/o la empresa alimenticia. Pensás distinto y pasás a ser el enemigo de prensa N° 1.
En todo este tiempo, en los 12 años que cumple Fondo de Olla © en este mes de mayo, nos ha pasado de todo. Son riesgos asumidos y demostramos tener temple como para hacer frente a todos los cachetazos. Consecuencia directa de ser independientes, de no tener pelos en la lengua y decir lo que pensamos.
Como uno proviene del fútbol, donde los "barras bravas" son enviados muchas veces por los directivos a asustarte y algo más, la piel la tenemos curtida. Esto de que una bodega o una empresa determinada pretenda torcerte el rumbo, es cosa de niños.
Y por cierto que no vamos a movernos un ápice de ese rumbo crítico que decidimos tomar, y que es lo que nos diferencia del resto. Es innegociable. Pase lo que pasare.
Nos han sucedido cosas extrañas, como aquella vez que una empresa cafetera se vio "obligada" a eliminarnos de la lista de invitados porque el dueño, un chef mediático engreído no soporta que le digan que no es el mejor de todos.
Nos hemos acostumbrado también a que no te den ni las gracias, como esa ocasión en que le hiciste un favor a una bodega (que representó un ahorro superlativo en divisas), pero no te lo agradecieron y hasta te borraron de la lista para que no supieras que vos era el autor de ese logro.
O cuando tuviste que soportar a una empleada de RRPP que ni te saludaba al concurrir a un evento de esa empresa, siempre con cara cúlica y que te hacía sentir que te había invitado por obligación.
Estas cosas pasan y no es de extrañar que sigan repitiéndose. Pero lo más sorprendente es que te discriminen por pensar distinto. Ellos están del lado de la grieta que más les conviene, como ese caso en que el gobierno de turno les "regaló" unas modernas instalaciones que pagamos los ciudadanos con nuestros impuestos.
Tras años de muy buena relación, para esa bodega de pronto pasaste a ser el enemigo público N° 1, solo por opinar diferente. Y, cuando preguntaste por qué estaba ocurriendo eso, ni siquiera tuvieron la valentía de decirte la verdad. El mensaje oculta era: "ya te usamos boludo, ahora no nos servís más".
Pero al menos, en este caso son los dueños quienes deciden borrarte del mapa y en definitiva es su decisión. Al fin y al cabo, hemos aprendido en todo este tiempo que podemos convivir ignorándonos unos a otros. Y que no hace falta ser amigos de quienes no lo merecen. No hay vuelta atrás.
Pero cuando el problema es alguien que trabaja para otro, la cosa se hace más incomprensible aún. Ni siquiera te conocen, pero tu nombre le sabe a odio porque opinás políticamente desde la vereda opuesta. La irracionalidad llega entonces a la altura máxima.
¿Qué pasaría en el caso de que dijeras que sus productos son una porquería? ¿O que no valen lo que cuestan? Que no es el caso, pero quizá no se enojarían tanto como cuando te ubicás del otro lado de la grieta.
En eso se ha convertido este país por el resentimiento y la intolerancia de los que gobiernan. Si están todos peleados entre ellos, qué podemos esperar nosotros, que pensamos diferente porque queremos una sociedad donde el trabajo nos dignifique y no tengamos que vivir de las migajas que otorga el Estado a cambio de votos viciados de corrupción.
Pensás de otra manera, encima sos periodista independiente y no te callás, ergo te condenan al ostracismo. Pero vale la pena morir en la tuya, y no tirarles tu honra a los perros. Son ellos, en todo caso, quienes le tiran algo más que la honra a los canes hambrientos. Son chiquitos, mediocres, insignificantes desde el punto de vista moral.
Avatares de la prensa independiente. Más aún en un área como la gastronomía, en la que abunda el elogio fácil y la complacencia. Si uno se sale del libreto, aparecen de inmediato los detractores y los que te castigan denigrándote o ignorándote, en el mejor de los casos. Pero lo que sorprende, es que la grieta haya llegado también a la relación entre el periodista y la bodega y/o la empresa alimenticia. Pensás distinto y pasás a ser el enemigo de prensa N° 1.
En todo este tiempo, en los 12 años que cumple Fondo de Olla © en este mes de mayo, nos ha pasado de todo. Son riesgos asumidos y demostramos tener temple como para hacer frente a todos los cachetazos. Consecuencia directa de ser independientes, de no tener pelos en la lengua y decir lo que pensamos.
Como uno proviene del fútbol, donde los "barras bravas" son enviados muchas veces por los directivos a asustarte y algo más, la piel la tenemos curtida. Esto de que una bodega o una empresa determinada pretenda torcerte el rumbo, es cosa de niños.
Y por cierto que no vamos a movernos un ápice de ese rumbo crítico que decidimos tomar, y que es lo que nos diferencia del resto. Es innegociable. Pase lo que pasare.
Nos han sucedido cosas extrañas, como aquella vez que una empresa cafetera se vio "obligada" a eliminarnos de la lista de invitados porque el dueño, un chef mediático engreído no soporta que le digan que no es el mejor de todos.
Nos hemos acostumbrado también a que no te den ni las gracias, como esa ocasión en que le hiciste un favor a una bodega (que representó un ahorro superlativo en divisas), pero no te lo agradecieron y hasta te borraron de la lista para que no supieras que vos era el autor de ese logro.
O cuando tuviste que soportar a una empleada de RRPP que ni te saludaba al concurrir a un evento de esa empresa, siempre con cara cúlica y que te hacía sentir que te había invitado por obligación.
Estas cosas pasan y no es de extrañar que sigan repitiéndose. Pero lo más sorprendente es que te discriminen por pensar distinto. Ellos están del lado de la grieta que más les conviene, como ese caso en que el gobierno de turno les "regaló" unas modernas instalaciones que pagamos los ciudadanos con nuestros impuestos.
Tras años de muy buena relación, para esa bodega de pronto pasaste a ser el enemigo público N° 1, solo por opinar diferente. Y, cuando preguntaste por qué estaba ocurriendo eso, ni siquiera tuvieron la valentía de decirte la verdad. El mensaje oculta era: "ya te usamos boludo, ahora no nos servís más".
Pero al menos, en este caso son los dueños quienes deciden borrarte del mapa y en definitiva es su decisión. Al fin y al cabo, hemos aprendido en todo este tiempo que podemos convivir ignorándonos unos a otros. Y que no hace falta ser amigos de quienes no lo merecen. No hay vuelta atrás.
Pero cuando el problema es alguien que trabaja para otro, la cosa se hace más incomprensible aún. Ni siquiera te conocen, pero tu nombre le sabe a odio porque opinás políticamente desde la vereda opuesta. La irracionalidad llega entonces a la altura máxima.
¿Qué pasaría en el caso de que dijeras que sus productos son una porquería? ¿O que no valen lo que cuestan? Que no es el caso, pero quizá no se enojarían tanto como cuando te ubicás del otro lado de la grieta.
En eso se ha convertido este país por el resentimiento y la intolerancia de los que gobiernan. Si están todos peleados entre ellos, qué podemos esperar nosotros, que pensamos diferente porque queremos una sociedad donde el trabajo nos dignifique y no tengamos que vivir de las migajas que otorga el Estado a cambio de votos viciados de corrupción.
Pensás de otra manera, encima sos periodista independiente y no te callás, ergo te condenan al ostracismo. Pero vale la pena morir en la tuya, y no tirarles tu honra a los perros. Son ellos, en todo caso, quienes le tiran algo más que la honra a los canes hambrientos. Son chiquitos, mediocres, insignificantes desde el punto de vista moral.