Después de su extenso paso por dos hoteles del Grupo Accor (Novotel y Sofitel Recoleta), el chef Javier Marrone se lanzó con su propio restaurante en Lanús. Dinonna Cucina es un homenaje a la abuela italiana, que es la de todos los que llevamos esa sangre en las venas. Y lo hace con recetas tradicionales, a las que agrega su toque personal, para dar vida a una propuesta de excelente relación precio calidad.
Dinonna Cucina - Gobernador Irigoyen 226 Lanús Oeste (Zona Lanusita). Teléfono: 011 2684 6120. Horarios: miércoles a sábados de 20.00 a 1.00 AM; domingos de 12.00 a 15.30. Principales tarjetas. Precio: $$$ - @dinnonnacucina
A Javier Marrone lo conocimos en el Restaurante Patio 378 del Novotel de la Avenida Corrientes. Luego pasó al Sofitel Recoleta, donde se desempeñó como chef ejecutivo hasta hace algunos meses.
Un llamado sorpresivo días atrás, nos alegró sobremanera. Es que al fin, Javier, pudo concretar el sueño del restaurante propio, junto a sus primos Nicolás y Federico Izzo. ¿La ubicación?: en sus pagos de la Zona Sur, en este caso en Lanús Oeste, pegado al polo gastronómico conocido como "Lanusita".
Se trata entonces de la "Ópera Prima" de Javier, "Primera obra de un autor", según la Real Academia Española. Como se trata de su primer emprendimiento personal, vale el simbolismo.
Y, para llevarlo adelante, qué mejor que transitar la cocina con la que la "nonna" nos agasajó durante nuestra infancia, adolescencia y vida adulta. Las raíces italianas en su máxima expresión, basada en el producto, la mano de quien la elabora y el sentimiento que desborda de cada plato, como esa polenta (en nuestro caso personal) que Javier nos sirvió como entrada durante un pantagruélico almuerzo de domingo.
Dinonna Cucina exhibe claramente ese espíritu familiar que caracteriza a la tradición italiana. Y lo es desde la misma esencia. Asimismo, en el local adyacente los socios armaron una propuesta de hamburguesas y cerveza llamada "Crash".
En Dinonna Cucina instalaron un horno pizzero de estilo napoletano, que funciona los días de semana por la noche. Además de las clásicas Margherita, Quattro Formaggi y Marinara; hay siete variedades más: Nduja, Pesto Siciliano, Peperoni, Mortadela, Panceta Caramelizada, Mediterránea y Anchoas.
Para comenzar el almuerzo, Javier trajo a la mesa unas croquetas de espinaca que siempre prepara su mamá, típicas de Chieti en la región de Abruzzo. Una comida de "pobres", ya que allá las hacían con lo que había disponible en la huerta: achicoria, grelo, acelga, etcétera. No están en la carta, pero habrá que pedirles que las incluyan.
A continuación, un nutrido antipasto que incluía variedad de quesos, stracciatella, fiambres, aceitunas, hojas verdes y lupines. Como para demostrar que una de las premisas en Dinonna Cucina, es la obsesión por el producto de calidad.
Capítulo aparte para la panera, en la que además de la clásica focaccia estaban las típicas grispelle ("masa frita enroscada") como las preparaba la nonna de Javier, más pan de campo y unas tostaditas.
Ya mencionamos otra de las entradas, la polenta cremosa que el chef acompaña con portobellos, tomates a la provenzal, queso de cabra y coronado con un huevo a 62°. Tan delicioso como simple.
Era el tiempo de los principales, mesa de 4, con lo cual se pidieron tres opciones de pastas y el risotto con frutti di mare con el arroz al dente y abundante cantidad de mariscos y coronado con mascarpone de cítricos. Muy recomendable.
Uno de los principales que se luce en la carta es el "Rotolo", una pasta al huevo rellena de ricota, espinaca y carne, gratinado con salsa de tomate y parmesano.
Muy pedidos según nos comentaba el chef, son los tortellini rellenos de cabutia asada y mozzarella, salteados en manteca de salvia, con brócoli y almendras tostadas, al igual que los spaghetti (hechos en casa) con frutos de mar.
Otras opciones tentadoras que deberían probarse en otra visita, son los orecchiette con pesto genovés; spaghetti alla chitarra con albóndigas (como las hacía la nonna); sorrentinos de jamón y ricota con salsa de cuatro quesos; paccheri De Decco con ragú de cordero; y malfatti de espinaca con crema de puerros y guanciale también hecho en casa.
Entre las carnes, hay ojo de bife marinado en hierbas con berenjenas a la parmesana; pesca fresca del día con vegetales y gremolata; ragú de cordero patagónico con puré cremoso de papas y focaccia.
Para culminar con una degustación de los postres de la casa: tiramisú della nonna; cannoli siciliani; affogato y helados.
Una prueba de fuego en un restaurante de cocina italiana pasa por el café, que no siempre está a la altura de lo que uno siempre espera en estos casos. No fue éste el caso, por cierto, ya que estaba muy. bien servido.
La atención fue cordial y atenta. La carta de vinos sorprende por la variedad de etiquetas, así como por los precios excesivamente accesibles.
Dinonna Cucina nos transporta a lo emotivo, a una cocina sencilla y casera, pero hecha con el toque de calidad de un chef que no solo la lleva en las venas, sino que le aporta su cuota de creatividad para darle mayor realce aún.
Si no vivís en la Zona Sur te decimos que vale la pena el viaje; tanto como cuando vamos a Campana para comer en Italpast. Por otra parte, la relación precio calidad es impecable.
Todo aquel que ha tenido una nonna (dos en nuestro caso particular), sabrá de lo que hablamos. Si bien ya no las tenemos, el recuerdo de su cocina permanece inalterable. Como la recrea Dinonna Cucina.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.
Siempre me fascinó Winston Leonard Spencer Churchill, no por sus ideas políticas, pero sí por muchas otras razones. Quizás una de ellas es que nació el mismo día que yo, un 30 de noviembre. Muchas de sus frases pasaron a la historia, y se sabe tanto de su papel durante la Segunda Guerra Mundial como de sus gustos de sibarita. Era fumador de habanos, como se lo puede ver en las fotos de época, pero también se convirtió en un bebedor empedernido y un gourmand. Winston Club le rinde homenaje con un bar en la planta baja, y un living speakeasy escaleras arriba. La cocina del chef Jonás Alba luce impecable en este lugar, uno de los escasos muy british que podemos encontrar en Buenos Aires.