Luciano "Lucho" García es un eximio pastelero que, sin embargo, nos recuerda que cuando llegó al Palacio Duhau Park Hyatt Hotel hace una década, tenía afinidad por lo salado. En la misma senda de colegas suyos como Diego Irato, el paso de una cosa a la otra no le resultó traumática ni mucho menos. Hoy, ya instalado en la televisión abierta y permaneciendo como docente del Ott en Acassuso, acaba de dar el paso más importante de su trayectoria, con el restaurante que lleva su apellido en Nordelta.
García Restaurante - Avenida de los Lagos 205 Rincón de Milberg (Nordelta), partido de Tigre. Teléfono: 011 2471 2586. Abierto todos los días de 8.00 a 00.00 - Precio: $$$. Instagram: @garcianordelta.
En septiembre de 2016, por ejemplo, esto decíamos: "Fondo de Olla visitó el Almacén Ott Gourmet, en Acassuso, donde el director de Pastelería del Instituto, Luciano García, sigue sorprendiendo con sus creaciones. En el camino de los más grandes".
Poner atención en la última frase de este copete. La nota de marras alertaba, como algo lógico, que el gran maestro
No es que hagamos periodismo de anticipación, sino que a esta altura uno tiene por la experiencia acumulada cierta percepción sobre el potencial que puede tener cualquier profesional gastronómico con el que nos toque vincularnos.
Cuando "Lucho" nos dijo que tenía un proyecto en marcha, más precisamente en la zona de Nordelta, suponíamos (erróneamente) que se trataría de una pequeña pastelería y no mucho más que eso.
Lo cierto es que alguien vio en su ojo avizor que una de las mejores opciones para instalar un restaurante en el edificio de Officia Nordelta, era este joven con gran futuro y fuerte decisión de hacerse cargo de un proyecto de tal envergadura.
A pocas semanas de la apertura, los hechos están dándole la razón por quienes apostaron por él. Contra lo que resulta habitual en este negocio, el éxito fue rotundo e inmediato. De manera que aquel dicho que señalaba: "García, el de la guía" (por la telefónica), no acredita en este caso.
Llegamos para visitar el restaurante por primera vez un sábado a la noche, en la cual "Lucho" nos recibió impecablemente vestido con saco, atento a cada cosa que sucediera en la cocina y en el salón.
Pero esto fue casi una ilusión óptica porque, en algún momento de la noche, el saco dejó lugar al delantal y la recepción a la cocina en su hora pico, para colaborar frente a la demanda de comandas que se iba acrecentando notoriamente.
En algunos momentos previos en los que pudimos conversar con el chef, nos contó que él mismo se ocupó de todos los detalles incluyendo claro está las instalaciones. Y que la carta, muy amplia, traduce algunos platos que le vienen de su infancia en Paraná y de sus recuerdos de aquella época.
La ventaja de llegar relativamente temprano, nos dio la posibilidad de que el dueño de casa nos hiciera una visita guiada por las instalaciones, que nos dejaron boquiabiertos por la calidad del equipamiento.
La carta está compuesta por entradas (platitos), principales y postres, entre los cuales descuella la patisserie de estilo francés (en un apartado está todo a la vista, lo cual hace más tentadora la oferta), así como los helados que se elaboran artesanalmente.
Mientras esto ocurría, Luciano había dejado las instrucciones para que, al volver a la mesa, encontráramos una gran variedad de platitos, lo cual fue muy provechoso para probar un poco de todo, aunque se hiciera muy difícil terminar tamaña bacanal de entradas.
Así, en la exuberancia de la mesa, había una selección de embutidos (salame tandilero, mortadela, jamón serrano y hasta tapa de asado cortada como fiambre.
A ello, se sumaban suculentas porciones de paté y brioche (una delicadeza total); vitel toné con alcaparras y pimienta fresca (como los comía "Lucho" en su casa, aclaró); croquetas de morcilla y salsa romesco; lengua a la vinagreta (también con reminiscencias familiares); porchetta casera; burrata con tomate, albahaca más pesto; berenjena asada y tomates al pesto con queso Blue Couly; y langostinos al ajillo. Todo esto para tres personas, una enormidad y a cada cosa más rica.
Sirvieron luego tres principales que, dado su importante volumen, hizo imposible no dejar algo en el plato, lo cual a uno le molesta bastante porque indica respeto por la brigada (sabrán perdonarnos, esta vez). De todas maneras, la idea era probar una pasta (tagliatelle alla carbonara); la milanesa con hueso de importante grosor (como más nos gusta) y papas rústicas; así como la recomendación del chef (ternera braseada en larga cocción con puré).
La exuberancia del menú armado para nosotros hizo inviable probar alguna de las especialidades de patisserie, por lo que se optó por los helados caseros como alternativa no menos tentadora.
De los principales, quedó pendiente otra sugerencia con recuerdos de familia: bife a la criolla con huevo frito.
Hay, además, entre otras opciones, abadejo con vegetales y crema de coliflor; pollo de granja estofado; quiche del día, y salchicha alemana casera con puré de zanahoria y opcional de chucrut hecho con encurtidos caseros.
Hay que prestar atención a la barra y sus cócteles clásicos y de autor. Asimismo, la carta de vinos está muy bien nutrida.
Aún en la hora pico con mayor pedido de comandas, el servicio resultó ágil y efectivo.
Felicitaciones a Luciano García por este logro, que le llega en el mejor momento de su carrera. Es un gran desafío y más aún cuando decidió bautizar al local con su propio apellido. Y mientras tanto sigue en la televisión y como docente del Ott.
Lo que más nos pone felices es que lo anticipamos hace seis años atrás, cuando el joven pastelero era una promesa y hoy vemos cómo ha progresado. Irá por más, seguramente.
La chef ejecutiva de Casa Cavia, Julieta Caruso, renovó el menú de mediodía con una propuesta que permite pedir a la carta o bien elegir entre menús de pasos. A ello, se suma la coctelería creativa de la bartender Flavia Arroyo y una selección notable de vinos a cargo de Delvis Huck. La dirección general es de Guadalupe García Mosqueda.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.