Un día de pesca en la PatagoniaLunes, 24 de abril de 2023Mediados del mes de abril de 2023. Me encuentro con la familia Díaz. Quienes están relacionados con la pesca, los conocen por su extensa trayectoria. Raúl, el pionero, comenzó con esta actividad en la década de los ´70. Darío y Antonella, dos de sus hijos, y Alberto (Beto) Alcántara, su yerno, nos cuentan anécdotas de Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Ellos me explicaban cuáles son los mejores lugares del Golfo San José y del Golfo Nuevo, con detalles pormenorizados de las profundidades del mar.
Esta vez nos encontramos en el Aeródromo de Puerto Madryn. Había tanto viento que el avión casi tuvo que seguir de largo.
La temperatura a la noche bajó a 9° C. Mucho viento en todo momento. La idea era salir a pescar cuando las circunstancias fueran propicias, pero el viento Sur y la lluvia se iban sucediendo, del domingo al lunes, al martes y así.
El miércoles aparecía una "ventana" de buen tiempo para el día siguiente. La noche previa miraba la costa y parecía imposible que el tiempo mejorara.
Temprano a la mañana del jueves, nos aprestamos e hicimos una hora de camino hasta el embarcadero en la Península de Valdés.
Las tareas de preparar la embarcación con frío y sueño, se vuelven un tanto más complicadas. En este punto, los pescadores se ponen los trajes de buzo. De las diversas "artes de pesca" que existen, la que se practica en este barco es sumergirse conectado permanentemente al bote con una manguera que provee aire, el buzo va llenando con su recolección las "salabardas", que son sacos de red dentro de aros de hierro que se van subiendo al barco a medida que se llenan. Es una pesca absolutamente selectiva y sustentable como pocas artes de pesca.
El sol salió, pero el viento nunca terminó de aflojar. Hicimos una media hora de recorrido llegando a un banco con vieiras y cholgas rosadas. Después, en otro lugar a otra media hora de distancia, Darío zambullido con un gancho y a 12 metros de profundidad, fue a "pulpear" trayendo varios ejemplares del tan apreciado octopus.
El barco se movía bastante. Maldije mil veces mi desayuno frugal de unas horas antes.
Finalmente, hicimos media hora más de recorrido para encontrar ostras planas y conchas abanico ("cholga paleta", como se la conoce allá).
A la esperada vuelta, se acoplaron varios delfines que siempre son una sorpresa agradable.
La Argentina es un país en el que la pesca no forma parte de la cultura nacional. Poco sabemos de las bondades de nuestros litorales fluvial y marítimo. Y de lo duro y hasta mortal, que puede ser dedicarse a esta actividad. Pero es un tesoro que tenemos que poner en valor, antes de que desde otras latitudes y desde otros continentes nos dejen sin lo nuestro.
Ha vuelto la aurora a florecer,
duerme rubio el sol sobre el trigal
y brota la miel de un canto tibio,
por el pico abierto de un zorzal.
Va bordeando el húmedo juncal,
rumbo a los ranchitos el tapé
que me lleva al pan amargo,
que conseguiré
por el fruto gris de mi espinel.
Mediados del mes de abril de 2023. Me encuentro con la familia Díaz. Quienes están relacionados con la pesca, los conocen por su extensa trayectoria. Raúl, el pionero, comenzó con esta actividad en la década de los ´70. Darío y Antonella, dos de sus hijos, y Alberto (Beto) Alcántara, su yerno, nos cuentan anécdotas de Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Ellos me explicaban cuáles son los mejores lugares del Golfo San José y del Golfo Nuevo, con detalles pormenorizados de las profundidades del mar.
Esta vez nos encontramos en el Aeródromo de Puerto Madryn. Había tanto viento que el avión casi tuvo que seguir de largo.
La temperatura a la noche bajó a 9° C. Mucho viento en todo momento. La idea era salir a pescar cuando las circunstancias fueran propicias, pero el viento Sur y la lluvia se iban sucediendo, del domingo al lunes, al martes y así.
El miércoles aparecía una "ventana" de buen tiempo para el día siguiente. La noche previa miraba la costa y parecía imposible que el tiempo mejorara.
Temprano a la mañana del jueves, nos aprestamos e hicimos una hora de camino hasta el embarcadero en la Península de Valdés.
Las tareas de preparar la embarcación con frío y sueño, se vuelven un tanto más complicadas. En este punto, los pescadores se ponen los trajes de buzo. De las diversas "artes de pesca" que existen, la que se practica en este barco es sumergirse conectado permanentemente al bote con una manguera que provee aire, el buzo va llenando con su recolección las "salabardas", que son sacos de red dentro de aros de hierro que se van subiendo al barco a medida que se llenan. Es una pesca absolutamente selectiva y sustentable como pocas artes de pesca.
El sol salió, pero el viento nunca terminó de aflojar. Hicimos una media hora de recorrido llegando a un banco con vieiras y cholgas rosadas. Después, en otro lugar a otra media hora de distancia, Darío zambullido con un gancho y a 12 metros de profundidad, fue a "pulpear" trayendo varios ejemplares del tan apreciado octopus.
El barco se movía bastante. Maldije mil veces mi desayuno frugal de unas horas antes.
Finalmente, hicimos media hora más de recorrido para encontrar ostras planas y conchas abanico ("cholga paleta", como se la conoce allá).
A la esperada vuelta, se acoplaron varios delfines que siempre son una sorpresa agradable.
La Argentina es un país en el que la pesca no forma parte de la cultura nacional. Poco sabemos de las bondades de nuestros litorales fluvial y marítimo. Y de lo duro y hasta mortal, que puede ser dedicarse a esta actividad. Pero es un tesoro que tenemos que poner en valor, antes de que desde otras latitudes y desde otros continentes nos dejen sin lo nuestro.
Ha vuelto la aurora a florecer,
duerme rubio el sol sobre el trigal
y brota la miel de un canto tibio,
por el pico abierto de un zorzal.
Va bordeando el húmedo juncal,
rumbo a los ranchitos el tapé
que me lleva al pan amargo,
que conseguiré
por el fruto gris de mi espinel.