El nuevo emprendimiento de Paolo Spertino, cocinero italiano arraigado en estas costas desde 2011, se llama Scrocchia (recuérdese que también tiene otro que lleva el nombre de Scrocchiarella). Ambas acepciones hacen referencia a la famosa pizza romana, crujiente, que se vende al taglio (al corte). Lo curioso es que Paolo abrió su nuevo restaurante, en el mismo lugar de Palermo donde hasta hace unos meses estaba la Pizzería San Paolo.
Scrocchia Forno Cucina - Dirección: Uriarte 1616 Palermo Soho. Teléfono: 011 4743-6165. Abierto de martes a domingos de 12.30 a 00.00 - Precio: $$$. Menú: menu.fu.do - IG: scrocchiapalermo
Paolo Spertino es un ligur de Savona, que también echó raíces en Roma, y llego a nuestro país en 2011. Desde entonces, junto a su esposa Sonia Palacios, viene trabajando activamente en gastronomía. En primer lugar, abrió Renatto Cucina (con doppia t) en homenaje a su padre Renato.
Luego instaló una heladería de estilo italiano, justo al lado de su local de Villa Pueyrredón; también armó una fábrica de pastas en la que elabora con sémola de trigo duro variedades poco frecuentes en nuestro medio, como los paccheri.
Más recientemente, se amplió a Palermo con Scrocchiarella y, desde la semana pasada, inauguró Scrocchia (palabra que, en la lengua del Dante, significa crujiente o crepitante).
Lo curioso es que Paolo (por favor pronúnciese Páolo con acento en la á) eligió el mismo espacio donde estuvo varios años la Pizzería San Paolo.
El local, con una terraza al frente y algunas mesas aledañas a la vereda, mantiene su espíritu italiano en el salón interior.
Las mesas de mármol y las cómodas sillas son las mismas, acondicionadas. El horno pizzero, por su parte, recibió una adaptación para poder cocinar las pizzas romanas, que exigen una cocción menos violenta que la versión napolitana.
En efecto, el protagonismo lo tienen las pizzas romanas, de masa liviana y grosor medio, muy crocantes, que tienen una forma rectangular y se sirven al taglio.
Se ofrecen en varias combinaciones de ingredientes por lo que, al ser porciones pequeñas, permiten probar varias opciones, lo cual siempre resulta más atractivo. De esta manera, se pueden pedir las "palas" (simple o especial); las porciones (ídem, simple o especial) y, asimismo, "bien pala" de dos gustos. Probamos, dentro de tantas posibilidades, la de caponata con stracciatella por arriba, deliciosa.
Antes, Paolo nos sorprendió con un plato de charcutería italiana con speck (típico ahumado de cerdo de la región del Tirol italiano), y la clásica y más conocida bresaola. Estuvieron acompañados por queso Gorgonzola y una picantísima nduja casera (otro embutido, en este caso de origen calabrés, que el propio Spertino elabora en forma casera).
No podía faltar en la degustación la porchetta, considerada por el gobierno italiano como un producto agroalimentario tradicional, que se cocina al horno durante varias horas con carne de cerdo y hierbas varias. Paolo lo sirvió con papas tipo "librito".
Y aún faltaba probar una de las pastas. Ya dijimos que el dueño de casa elabora la seca de sémola de trigo duro, en variedades que solo podían encontrarse en las marcas industriales: casarecce, paccheri, conchiglie.
Lo que se probó, en versión pequeña tratándose de una degustación, fueron los conchiglie con fonduta y animelle (mollejas), que presentaban un perfecto punto de cocción.
Hay muchas otras opciones en la carta, que ameritan una próxima visita. Por ejemplo, burrata con porchetta; bresaola con rúcula y parmesano; ravioloni alla sorrentina y supplí al teléfono (símil arancini romanos).
Y va de suyo que, tratándose de un ligur, Paolo ofrece también la farinata (fainá), ya sean común como especial.
Los postres son todos clásicos italianos: pannacotta, tiramisú, cannoli siciliani y sfogliatella napoletana.
En la carta de vinos, predominan las etiquetas de la Bodega Catena Zapata. Y el café, está excelentemente servido, como en Italia.
Sin dudas que Scrocchia es una muy buena opción para disfrutar de la cocina italiana de trattoria y pizzería (romana). La relación precio calidad es óptima.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.
Siempre me fascinó Winston Leonard Spencer Churchill, no por sus ideas políticas, pero sí por muchas otras razones. Quizás una de ellas es que nació el mismo día que yo, un 30 de noviembre. Muchas de sus frases pasaron a la historia, y se sabe tanto de su papel durante la Segunda Guerra Mundial como de sus gustos de sibarita. Era fumador de habanos, como se lo puede ver en las fotos de época, pero también se convirtió en un bebedor empedernido y un gourmand. Winston Club le rinde homenaje con un bar en la planta baja, y un living speakeasy escaleras arriba. La cocina del chef Jonás Alba luce impecable en este lugar, uno de los escasos muy british que podemos encontrar en Buenos Aires.