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La Cabaña, la parrilla de los tres barrios porteños

Lunes, 15 de enero de 2024

Sin dudas que La Cabaña es un clásico porteño, la parrilla más antigua de la ciudad, ya que abrió sus puertas en el año 1935 en la avenida Entre Ríos al 400, donde se mantuvo vigente durante varias décadas. Tuvo su tiempo de esplendor, cerró sus puertas en 1996, luego la reabrió el Grupo Orient Express y, finalmente, recuperó toda su energía para afincarse en Puerto Madero, primero a la altura de la Avenida Corrientes y hoy frente al edificio de la Aduana. Un clásico con todas las letras.

LA CABAÑA - Dirección: Avenida Alicia Moreau de Justo N° 580 Puerto Madero. Teléfono: + 54 (11) 5577 3101. Horarios: todos los días de 11.30 a 1:00 AM. Precio: $$$$. IG: lacabana.restaurant

El origen de La Cabaña se remonta al año 1935, cuando Don Francisco Lapietra inauguró su restaurante en plena zona del Congreso, en la Avenida Entre Ríos al 400. No había por entonces taxista alguno que, al pedido de sus pasajeros de ir a La Cabaña, no supiera dónde quedaba.

En aquel tiempo el restaurante constaba de un amplio salón de estilo normando con capacidad para 450 personas, una vidriera de seis metros en la que se exhibían las mejores carnes y dos vacas embalsamadas en medio del hall de entrada, que eran la principal atracción de turistas y locales.

Entrado este siglo, La Cabaña formó parte de las propiedades de la cadena de trenes y hoteles Orient Express, funcionando donde hoy está el Hub Porteño.

Hasta que, nuevamente, pasó a manos argentinas y se trasladó a Puerto Madero, primero donde nace la Avenida Corrientes en el Luna Park, y hoy al 580 de Alicia Moreau de Justo, a la altura del edificio de la Aduana.

Definido como "Restaurant de Carnes e Historias", su fama se acrecentó aún en el exterior; fue huésped de cuanta personalidad importante del arte, la cultura, el deporte y la política llegaba a Buenos Aires (entre ellos presidentes, artistas como Sofía Loren y Charlton Heston, políticos como Fidel Castro y Charles De Gaulle, y músicos como Louis Armstrong).

Pero lo más importante es que contó a lo largo de su trayectoria con miles y miles de fieles clientes, amantes de la mejor carne del mundo y de los complementos infaltables en la culinaria porteña.

Hoy, como se dijo, La Cabaña está asentada en su segunda locación en Puerto Madero, curiosamente justo al lado de otra parrilla clásica de la ciudad. Para definir a este restaurante tradicional solo basta decir que es el restaurante de carnes más viejo de la ciudad y un símbolo de la mejor carne del mundo, que deslumbra a los turistas que llegan a Buenos Aires.

Para ser precisos, hay que decir que La Cabaña es una parrilla, pero mejor le cabe la definición de "restaurante de carnes", ya que su propuesta abarca platos de cocina que nos recrean por la culinaria porteña y hasta tiene algún guiño con la belle epoque, como lo acredita el medallón de lomo Eduardo VII, sobre papas noisette con salsa demiglase y champiñones.

En esta reciente visita, para comenzar se optó por la selección de empanadas norteñas, bien jugosas en su versión de carne cortada a cuchillo. 

Ello, no obstante que como parte del servicio de mesa te sirven una de copetín, que te deja inevitablemente con ganas de más. 

Otra opción, para quienes deseen probar algo distinto, son las empanadas de carne de Wagyu.

La otra entrada fue el steak tartar, tan injustamente desvalorizado por el público local. El mozo trae a la mesa la carne cruda junto con diversas sazones que uno puede elegir, así como también pregunta el grado de picor que uno pretende. A los pocos minutos, volverá el plato ya armado tal como fue pedido.

Tal como puede verse en forma completa en el sitio www.lacabana.com.ar hay entradas de parrilla (la rueda de achuras, muy recomendable); tartar de tomates y palta; carpaccio de Wagyu, y burrata con jamón crudo de Tandil, entre otras. Entre las entradas calientes, aún en verano por qué no, tienta la sopa de arvejas con jamón de Parma.

De la cocina, entre otras opciones, hay ossobuco braseado en su reducción, polenta cremosa grillada, papines y zanahorias babies en hierbas; pamplona de cerdo, y hasta un locro norteño. Asimismo, risotto en dos versiones (de hongos con espinaca o de tomate con burratina); ravioles de salmón y canelones de espinaca y ricota.

La parrilla se luce con cortes clásicos, como entraña, asado del centro, ojo de bife, bife de chorizo y un gigantesco baby beef (obviamente para compartir) de un kilogramo con guarnición de vegetales y papas soufflé. Algunos cortes también se ofrecen en su opción de Wagyu y de carne madurada al estilo dry aged.

Por el lado del cerdo, matambrito o bondiola; costillas de cordero; pollo deshuesado y algunos pescados (atún rojo, abadejo, salmón).

Se pidió un ojo de bife de 700 gramos, ideal para compartir, muy tierno y en su punto pedido, apenas un poco más menos cocido que bleu. Acompañado, en este caso, por una ensalada de rúcula, parmesano y ajo.

Los postres son tradicionales de la cocina porteña, como flan casero, panqueque de dulce de leche y omelette surprise. O el capricho de tres chocolates, así como la tatin de membrillos frescos en infusión de yerba mate, ricota cítrica y nueces tostadas.

El servicio es eficaz y clásico, como nos gusta a los más conservadores de la tradición gastronómica, en tanto que hay una carta de vinos muy bien seleccionada.

Los precios, vale decirlo, están a tono con el barrio y un tipo de clientela basada principalmente en el turismo extranjero, pero no están sobrevalorados como ocurre en otros restaurantes de este tipo.

Comer en La Cabaña es mucho más que una experiencia carnívora; es recrear la historia en un lugar que ha sido precursor de lo que hoy constituyen las parrillas de alto nivel que hoy existen en la ciudad.

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