Día del Periodista: todo tiempo pasado fue mejorViernes, 7 de junio de 2024Hoy es el Día del Periodista, en homenaje a "La Gaceta de Buenos Aires", el primer medio de nuestro país fundado por Mariano Moreno el 7 de junio de 1810. Nos cabe hoy la pregunta: ¿tenemos algo para festejar? La respuesta es un rotundo no. Porque hoy, el periodismo atraviesa entre nosotros su peor momento: falta de ética, ignorancia, decadencia y corrupción (los famosos "ensobrados"). Pese a todo, quienes la ejercemos con independencia de criterio y responsabilidad, seguiremos luchando contra los molinos de viento. ¿Viva el Periodismo, carajo!
Permítaseme que esta vez les escriba en primera persona. Algo que no suelo hacer porque denota a priori falta de modestia. Pero hoy es el Día del Periodista y pido una excepción a la regla.
Aún recuerdo la cara de espanto de mi padre, cuando le dije que dejaba los incipientes estudios de agronomía para estudiar periodismo.
Nunca me arrepentí de esa decisión, aunque luego pasarían años hasta que por fin lograra vivir de la profesión. Vueltas de la vida: ello ocurrió cuando ingresé a trabajar a una empresa agropecuaria como jefe de prensa. Me quedé 28 años, hasta que me "obligaron" a irme al tener que rendirle cuentas a un jefe ignorante que ni siquiera sabía cómo se denomina eso que se escribe debajo de las fotos.
Va de suyo que, a partir del año 1989, pasé los mejores años de mi vida en la profesión y también en lo familiar. Me casé con la mejor esposa que me acompaña desde hace 34 años y tuve dos hijos. Todo eso fue posible gracias al periodismo, una profesión que no se puede ejercer sin vocación. Después de tantos años, llegué a la conclusión de que no hubiera servido para otra cosa que para esto.
En mis primeros pasos como periodista deportivo, la referencia para mí era el estilo de Dante Panzeri, un tipo que se enfrentó siempre al poder, incluidos los militares cuando nos ordenaron que estaba prohibido criticar a César Luis Menotti (año 1977, previo al Mundial). Lo echaron de la radio. Fue el único que tuvo el coraje de oponerse a ese campeonato en nuestro país.
Muchos años más tarde, el destino (y la profesión) me dieron la enorme satisfacción de conocer a uno de los grandes maestros del periodismo argentino, al que siempre admiré: Horacio de Dios. Él me ofreció su amistad, y sus charlas y comidas compartidas dejaron un legado que me quedará hasta el fin de mis días. No solo eso, su hijo Julián es hoy uno de mis mejores amigos y con quien compartimos también la profesión.
Eso es el Periodismo para mí, la vida misma. Deportes, política, cine, agro y ahora enogastronomía, son los rubros por los que he atravesado nada menos que 52 años en la profesión.
En esta última etapa en el periodismo vinculado a la gastronomía, me encontré con otro amigo del que he aprendido muchísimo: Arnaldo Gometz. Y también he visto crecer a alguien que vino de Mendoza con lo puesto y que tuvo éxito por su condición de eterno laburante y gran amigo de sus amigos: Hugo Echevarrieta, de La Brigada, a quien lo conocí en 1992 y que, de no ser por mi profesión, jamás lo hubiera conocido (o tal vez sí, pero no gozando de su amistad, siempre valorada en su justa dimensión por un gesto que tuvo cuando en el seno de mi familia atravesábamos un problema grave de salud). En ellos dos, represento a todos los amigos generosos que he conocido en todos estos años, gracias al periodismo.
Dicho todo esto, la actualidad del periodismo en todo el mundo pero, particularmente en la Argentina, atraviesa un momento de decadencia que angustia a todos los que amamos esta gran profesión, denostada por los que no la ejercen con independencia y honestidad. Y que es agredida y vilipendiada por los políticos de turno porque por culpa de ella queda en evidencia su corrupción y falta de empatía con los que menos tienen.
Los medios, aún los más importantes, ya no tienen profesionales calificados. Basta hacer un jueguito leyendo cualquier día el diario, para encontrarnos con horrores gramaticales y de tipeo. Ya nadie corrige, ya nadie lee.
Las redes sociales y las nuevas tecnologías, han estupidizado a nuestra profesión. En lo particular, el periodismo gastronómico se ha transformado en la banalización misma. Hoy, se consideran colegas aquellos que no son capaces de escribir dos líneas de texto, que se limitan a filmar y decir pavadas desde su celular.
Instagram, la red de moda, nos ha llevado a la triste costumbre de no leer, solo de ver fotos sin nada de contenido. Es tan efímera que, en sus historias, a las pocas horas desaparecen los posteos y nada queda documentado.
Para colmo de males, aparecieron los sommeliers doble comando: porque hicieron una carrera de tres años se autoperciben periodistas y hemos tenido que adaptarnos a compartir espacios con ellos, que no saben otra cosa que hablar de los aromas a montura de caballo transpirada que emana un determinado vino.
También hemos debido aceptar sin enojarnos que nos cambien el cartoncito en la mesa donde te ubicaron los organizadores, solo para estar más cerca del enólogo. Y encima se piensan que no nos dimos cuenta de su estratagema.
O que tengamos que soportar colegas y también sommeliers seudoperiodistas hablando en el lenguaje inclusivo que utilizan los idiotas (y los idiotos también, obviamente).
Es lo que nos toca vivir, la decadencia del periodismo que ya nada tiene que ver con lo que aprendimos con nuestros maestros y en la calle, los estadios, los campos, los restaurantes y todos los ámbitos que nos tocó participar.
Pese a todo, a esta hora de la mañana escribiendo este editorial, seguimos recibiendo mensajes de salutación, muchos sentidos y otros de compromiso, pero saludos, al fin y al cabo.
Y continúa sonando el timbre, porque algunos se acuerdan y nos envían presentes que mucho se agradecen.
Otros te discriminan por no ser kirchneristas como ellos; algunos se hacen los enojados porque tus críticas no fueron -según sus puntos de vista- lo suficientemente favorables como hubieran querido; otros te odian porque desenmascaraste su mediocridad escondida detrás de las cámaras de televisión; otros se olvidaron de que alguna vez los ayudaste y te ignoran. Por suerte son los menos.
Pese a todo y contra todos los que no lo entiendan, Fondo de Olla © seguirá siendo independiente y honesto. Feliz Día del Periodista a los que alguna vez estudiaron una materia llamada Deontología. ¡Viva el Periodismo, carajo!
Hoy es el Día del Periodista, en homenaje a "La Gaceta de Buenos Aires", el primer medio de nuestro país fundado por Mariano Moreno el 7 de junio de 1810. Nos cabe hoy la pregunta: ¿tenemos algo para festejar? La respuesta es un rotundo no. Porque hoy, el periodismo atraviesa entre nosotros su peor momento: falta de ética, ignorancia, decadencia y corrupción (los famosos "ensobrados"). Pese a todo, quienes la ejercemos con independencia de criterio y responsabilidad, seguiremos luchando contra los molinos de viento. ¿Viva el Periodismo, carajo!
Permítaseme que esta vez les escriba en primera persona. Algo que no suelo hacer porque denota a priori falta de modestia. Pero hoy es el Día del Periodista y pido una excepción a la regla.
Aún recuerdo la cara de espanto de mi padre, cuando le dije que dejaba los incipientes estudios de agronomía para estudiar periodismo.
Nunca me arrepentí de esa decisión, aunque luego pasarían años hasta que por fin lograra vivir de la profesión. Vueltas de la vida: ello ocurrió cuando ingresé a trabajar a una empresa agropecuaria como jefe de prensa. Me quedé 28 años, hasta que me "obligaron" a irme al tener que rendirle cuentas a un jefe ignorante que ni siquiera sabía cómo se denomina eso que se escribe debajo de las fotos.
Va de suyo que, a partir del año 1989, pasé los mejores años de mi vida en la profesión y también en lo familiar. Me casé con la mejor esposa que me acompaña desde hace 34 años y tuve dos hijos. Todo eso fue posible gracias al periodismo, una profesión que no se puede ejercer sin vocación. Después de tantos años, llegué a la conclusión de que no hubiera servido para otra cosa que para esto.
En mis primeros pasos como periodista deportivo, la referencia para mí era el estilo de Dante Panzeri, un tipo que se enfrentó siempre al poder, incluidos los militares cuando nos ordenaron que estaba prohibido criticar a César Luis Menotti (año 1977, previo al Mundial). Lo echaron de la radio. Fue el único que tuvo el coraje de oponerse a ese campeonato en nuestro país.
Muchos años más tarde, el destino (y la profesión) me dieron la enorme satisfacción de conocer a uno de los grandes maestros del periodismo argentino, al que siempre admiré: Horacio de Dios. Él me ofreció su amistad, y sus charlas y comidas compartidas dejaron un legado que me quedará hasta el fin de mis días. No solo eso, su hijo Julián es hoy uno de mis mejores amigos y con quien compartimos también la profesión.
Eso es el Periodismo para mí, la vida misma. Deportes, política, cine, agro y ahora enogastronomía, son los rubros por los que he atravesado nada menos que 52 años en la profesión.
En esta última etapa en el periodismo vinculado a la gastronomía, me encontré con otro amigo del que he aprendido muchísimo: Arnaldo Gometz. Y también he visto crecer a alguien que vino de Mendoza con lo puesto y que tuvo éxito por su condición de eterno laburante y gran amigo de sus amigos: Hugo Echevarrieta, de La Brigada, a quien lo conocí en 1992 y que, de no ser por mi profesión, jamás lo hubiera conocido (o tal vez sí, pero no gozando de su amistad, siempre valorada en su justa dimensión por un gesto que tuvo cuando en el seno de mi familia atravesábamos un problema grave de salud). En ellos dos, represento a todos los amigos generosos que he conocido en todos estos años, gracias al periodismo.
Dicho todo esto, la actualidad del periodismo en todo el mundo pero, particularmente en la Argentina, atraviesa un momento de decadencia que angustia a todos los que amamos esta gran profesión, denostada por los que no la ejercen con independencia y honestidad. Y que es agredida y vilipendiada por los políticos de turno porque por culpa de ella queda en evidencia su corrupción y falta de empatía con los que menos tienen.
Los medios, aún los más importantes, ya no tienen profesionales calificados. Basta hacer un jueguito leyendo cualquier día el diario, para encontrarnos con horrores gramaticales y de tipeo. Ya nadie corrige, ya nadie lee.
Las redes sociales y las nuevas tecnologías, han estupidizado a nuestra profesión. En lo particular, el periodismo gastronómico se ha transformado en la banalización misma. Hoy, se consideran colegas aquellos que no son capaces de escribir dos líneas de texto, que se limitan a filmar y decir pavadas desde su celular.
Instagram, la red de moda, nos ha llevado a la triste costumbre de no leer, solo de ver fotos sin nada de contenido. Es tan efímera que, en sus historias, a las pocas horas desaparecen los posteos y nada queda documentado.
Para colmo de males, aparecieron los sommeliers doble comando: porque hicieron una carrera de tres años se autoperciben periodistas y hemos tenido que adaptarnos a compartir espacios con ellos, que no saben otra cosa que hablar de los aromas a montura de caballo transpirada que emana un determinado vino.
También hemos debido aceptar sin enojarnos que nos cambien el cartoncito en la mesa donde te ubicaron los organizadores, solo para estar más cerca del enólogo. Y encima se piensan que no nos dimos cuenta de su estratagema.
O que tengamos que soportar colegas y también sommeliers seudoperiodistas hablando en el lenguaje inclusivo que utilizan los idiotas (y los idiotos también, obviamente).
Es lo que nos toca vivir, la decadencia del periodismo que ya nada tiene que ver con lo que aprendimos con nuestros maestros y en la calle, los estadios, los campos, los restaurantes y todos los ámbitos que nos tocó participar.
Pese a todo, a esta hora de la mañana escribiendo este editorial, seguimos recibiendo mensajes de salutación, muchos sentidos y otros de compromiso, pero saludos, al fin y al cabo.
Y continúa sonando el timbre, porque algunos se acuerdan y nos envían presentes que mucho se agradecen.
Otros te discriminan por no ser kirchneristas como ellos; algunos se hacen los enojados porque tus críticas no fueron -según sus puntos de vista- lo suficientemente favorables como hubieran querido; otros te odian porque desenmascaraste su mediocridad escondida detrás de las cámaras de televisión; otros se olvidaron de que alguna vez los ayudaste y te ignoran. Por suerte son los menos.
Pese a todo y contra todos los que no lo entiendan, Fondo de Olla © seguirá siendo independiente y honesto. Feliz Día del Periodista a los que alguna vez estudiaron una materia llamada Deontología. ¡Viva el Periodismo, carajo!