Desde el JardínMiércoles, 8 de enero de 2025El renovado restaurante ubicado dentro del Jardín Japonés, vale tanto por su propuesta gastronómica -autodefinida como arte culinario- como por el ámbito impactante de uno de los lugares más hermosos de la Ciudad de Buenos Aires. Luego de una renovación que demandó un cierre temporario, hoy aparece con su cocina a la vista que nos ofrece la tradición culinaria japonesa que tanto se ha arraigado en la sociedad argentina.
Arte Culinario Jardín Japonés - Dirección: Avenida Casares 3450 Palermo. Horarios: todos los días de 10:00 a 18:45 (cocina abierta hasta las 16:30). Reservas por escrito: wa.me/5491128252460. Precio: $$$. IG: @arteculinario.jardinjapones
Pocos lugares de CABA deslumbran a los visitantes como el Jardín Japonés. Quienes vivimos en Buenos Aires (y los turistas, obviamente) estuvimos a punto de perderlo allá por el 2006, cuando un trasnochado jefe de gobierno pretendía dar de baja la concesión y abrirlo a la calle.
Por suerte primó la cordura, porque la colectividad japonesa -tan arraigada en la sociedad argentina- no merecía tampoco perder este lugar encantador que siempre luce impecable y nos traslada imaginariamente al Japón milenario.
Un lujo que todos podemos darnos, pagando una módica suma que sirve para que pueda ser mantenido este lugar de ensueño. El predio está administrado por la Fundación Cultural Argentino Japonesa, que no recibe ningún tipo de subsidio.
Aprovechando una visita a su director, el colega y amigo Sergio Miyagi, tuvimos la oportunidad de almorzar en el remozado restaurante del Jardín Japonés. Antes que nada, vale aclarar que si uno hace la reserva y la exhibe en la entrada del estacionamiento que está ubicado sobre la Avenida Casares a pasos de Libertador, no pagará la entrada y tendrá acceso únicamente al restaurante.
Suele ocurrir a veces que los visitantes que ingresaron para conocer y disfrutar del Jardín, se tientan con el menú que ofrece las especialidades de una culinaria de las más reconocidas del mundo.
Tras un cierre temporario que demandó la obra de renovación de las instalaciones, hoy observamos varios cambios. Por ejemplo, se abrió la cocina dejando a la vista a la brigada mientras preparan nuestras comandas. Ya no están los boxes, por lo cual se amplió el aforo (que suele colmarse, y damos fe de ello).
También hubo un cambio de nombre, ya que hoy el restaurante se llama "Arte Culinario Jardín Japonés". Y, por último, el horario es de 10:00 a 16:30 (la cocina cierra a esa hora, pero se puede disfrutar de una merienda hasta las 18:45). Ya no hay cenas.
El plus de este lugar es que uno puede observar en toda su dimensión, mientras come, la vista espectacular del predio, ya que el salón principal cuenta con amplios ventanales, además de algunas mesas que están situadas en la parte exterior.
En nuestra visita, tuvimos el honor de sentarnos estratégicamente en la mesa del presidente de la Fundación, sobre una de las esquinas del salón y al lado de un pintoresco ojo de buey desde el que también se visualiza el Jardín.
Para comenzar, probamos los karaage, trocitos de pollo frito al estilo japonés, crocantes y deliciosos. Y, a continuación, el etéreo tempura con piezas de langostinos, salmón, verduras y salsa tentsuyu.
Por supuesto que, ante tantas opciones, se hace difícil la elección. En el rubro de entradas, hay también ebi furai (langostinos apanados fritos); harumaki (arrolladitos primavera); gyozas de cerdo o vegetales); yakitori y poke bowl, entre otras.
Va de suyo que el capítulo de sushi es bien amplio. Recomendamos las tablas y especialidades (de 15, 30 ó 60 piezas), si omakase mejor (el itamae envía a su elección libre). Nos tocó una tabla de rolls (una concesión al gusto porteño, más occidentalizado que japonés), nigiris y sashimi. Ofrecen salsa de soja de calidad, una baja en sodio y la otra, premium, la clásica. Y algunos gloriosos picantes.
De la parte de principales, se probó katsudon, es decir la milanesa de cerdo apanada en panko, caldo tradicional japonés, arroz, cebolla, huevo y negui, plato tradicional.
Otras opciones son el tataki de carne vacuna al estilo japonés, sellada a la plancha y acompañado de vegetales baby y mix de brotes; katsukare o curry japonés, con arroz y milanesa de cerdo; tres variedades de ramen; yakisakana (salmón rosado a la plancha con mix de hongos salteados y salsa teriyaki con polvo de cereales, sésamo y algas), como destacados.
Para completar la experiencia, el postre más llamativo es el tempura aisu, helado de americana frito en masa de tempura. Pero también hay helados de matcha (té verde) y shoga (jengibre); tempura de banana frita, y las tradicionales masas japonesas, como el mochi elaborado con arroz glutinoso y relleno de anko.
Entre las bebidas no falta el sake, que ofrecen tanto caliente, natural como frío, además de cervezas y una interesante carta de vinos (opciones en copa de Bodega Trivento).
Sin dudas que comer en Arte Culinario del Jardín Japonés es toda una experiencia, que se vive no solo de la comida sino también del lugar en todo su esplendor. Porque "desde el Jardín" todo se ve más lindo y se disfruta con todos los sentidos.
El renovado restaurante ubicado dentro del Jardín Japonés, vale tanto por su propuesta gastronómica -autodefinida como arte culinario- como por el ámbito impactante de uno de los lugares más hermosos de la Ciudad de Buenos Aires. Luego de una renovación que demandó un cierre temporario, hoy aparece con su cocina a la vista que nos ofrece la tradición culinaria japonesa que tanto se ha arraigado en la sociedad argentina.
Arte Culinario Jardín Japonés - Dirección: Avenida Casares 3450 Palermo. Horarios: todos los días de 10:00 a 18:45 (cocina abierta hasta las 16:30). Reservas por escrito: wa.me/5491128252460. Precio: $$$. IG: @arteculinario.jardinjapones
Pocos lugares de CABA deslumbran a los visitantes como el Jardín Japonés. Quienes vivimos en Buenos Aires (y los turistas, obviamente) estuvimos a punto de perderlo allá por el 2006, cuando un trasnochado jefe de gobierno pretendía dar de baja la concesión y abrirlo a la calle.
Por suerte primó la cordura, porque la colectividad japonesa -tan arraigada en la sociedad argentina- no merecía tampoco perder este lugar encantador que siempre luce impecable y nos traslada imaginariamente al Japón milenario.
Un lujo que todos podemos darnos, pagando una módica suma que sirve para que pueda ser mantenido este lugar de ensueño. El predio está administrado por la Fundación Cultural Argentino Japonesa, que no recibe ningún tipo de subsidio.
Aprovechando una visita a su director, el colega y amigo Sergio Miyagi, tuvimos la oportunidad de almorzar en el remozado restaurante del Jardín Japonés. Antes que nada, vale aclarar que si uno hace la reserva y la exhibe en la entrada del estacionamiento que está ubicado sobre la Avenida Casares a pasos de Libertador, no pagará la entrada y tendrá acceso únicamente al restaurante.
Suele ocurrir a veces que los visitantes que ingresaron para conocer y disfrutar del Jardín, se tientan con el menú que ofrece las especialidades de una culinaria de las más reconocidas del mundo.
Tras un cierre temporario que demandó la obra de renovación de las instalaciones, hoy observamos varios cambios. Por ejemplo, se abrió la cocina dejando a la vista a la brigada mientras preparan nuestras comandas. Ya no están los boxes, por lo cual se amplió el aforo (que suele colmarse, y damos fe de ello).
También hubo un cambio de nombre, ya que hoy el restaurante se llama "Arte Culinario Jardín Japonés". Y, por último, el horario es de 10:00 a 16:30 (la cocina cierra a esa hora, pero se puede disfrutar de una merienda hasta las 18:45). Ya no hay cenas.
El plus de este lugar es que uno puede observar en toda su dimensión, mientras come, la vista espectacular del predio, ya que el salón principal cuenta con amplios ventanales, además de algunas mesas que están situadas en la parte exterior.
En nuestra visita, tuvimos el honor de sentarnos estratégicamente en la mesa del presidente de la Fundación, sobre una de las esquinas del salón y al lado de un pintoresco ojo de buey desde el que también se visualiza el Jardín.
Para comenzar, probamos los karaage, trocitos de pollo frito al estilo japonés, crocantes y deliciosos. Y, a continuación, el etéreo tempura con piezas de langostinos, salmón, verduras y salsa tentsuyu.
Por supuesto que, ante tantas opciones, se hace difícil la elección. En el rubro de entradas, hay también ebi furai (langostinos apanados fritos); harumaki (arrolladitos primavera); gyozas de cerdo o vegetales); yakitori y poke bowl, entre otras.
Va de suyo que el capítulo de sushi es bien amplio. Recomendamos las tablas y especialidades (de 15, 30 ó 60 piezas), si omakase mejor (el itamae envía a su elección libre). Nos tocó una tabla de rolls (una concesión al gusto porteño, más occidentalizado que japonés), nigiris y sashimi. Ofrecen salsa de soja de calidad, una baja en sodio y la otra, premium, la clásica. Y algunos gloriosos picantes.
De la parte de principales, se probó katsudon, es decir la milanesa de cerdo apanada en panko, caldo tradicional japonés, arroz, cebolla, huevo y negui, plato tradicional.
Otras opciones son el tataki de carne vacuna al estilo japonés, sellada a la plancha y acompañado de vegetales baby y mix de brotes; katsukare o curry japonés, con arroz y milanesa de cerdo; tres variedades de ramen; yakisakana (salmón rosado a la plancha con mix de hongos salteados y salsa teriyaki con polvo de cereales, sésamo y algas), como destacados.
Para completar la experiencia, el postre más llamativo es el tempura aisu, helado de americana frito en masa de tempura. Pero también hay helados de matcha (té verde) y shoga (jengibre); tempura de banana frita, y las tradicionales masas japonesas, como el mochi elaborado con arroz glutinoso y relleno de anko.
Entre las bebidas no falta el sake, que ofrecen tanto caliente, natural como frío, además de cervezas y una interesante carta de vinos (opciones en copa de Bodega Trivento).
Sin dudas que comer en Arte Culinario del Jardín Japonés es toda una experiencia, que se vive no solo de la comida sino también del lugar en todo su esplendor. Porque "desde el Jardín" todo se ve más lindo y se disfruta con todos los sentidos.