Tras Mishiguene Restaurante y Café Mishiguene, ahora es el turno de la "Rotisería", en el barrio de Belgrano. La vienen rompiendo desde su apertura, a fines del año pasado. Ofrecen un variado menú de platos de la cocina israelí y judía en general.
Mishiguene Rotisería - Arcos 1521 Belgrano - Horarios: todos los días de 10:00 a 22:00. Precio: $$$. IG: @cafemishiguene
El año pasado. Mishiguene Restaurante cumplió 10 años y lo celebró a lo grande, organizando varios pop ups con la presencia de destacados cocineros locales y del exterior. Tomás Kalika logró posicionarlo como el único lugar de alta cocina vinculada con las tradiciones culinarias judías, tanto de Europa como de Medio Oriente. Fue un éxito rotundo.
Luego comenzó la expansión con un Café Mishiguene en la calle Cabello, en Palermo, donde el concepto varió hacia una propuesta más despojada y sencilla. Para disfrutar durante los distintos momentos del día.
Tras una experiencia en México, a principios del año pasado Kalika regresó al país para continuar con la expansión, pero siempre innovando y sin repetirse, aunque muchos de los platos -como es lógico- coinciden en todos los locales.
Así es que, en el mes de noviembre abrió Mishiguene Rotisería, en el barrio de Belgrano. Mientras tanto, es inminente la apertura de Mishiguene Obrador, en un local conocido para Tomás y su socio Javier Ickowitz, ya que allí mismo fueron partícipes de Fayer, un restaurante del que luego se alejaron.
Por nuestra parte, ya hemos visitado la Rotisería, que tiene la particularidad de estar ubicada muy cerca de nuestro domicilio. Más allá de que lo más destacado es su excelente relación precio calidad, hemos visto cómo sucesivamente iban mejorando el timing de la cocina y la eficacia del servicio que, como siempre ocurre, tenía algunos puntos flojos al momento de la apertura.
Hay un salón interior con mesas comunes y otra muy larga, comunitaria, además de la opción de ubicarse en la vereda sobre la calle Arcos. La música también, afortunadamente, ha bajado los decibeles a tono con el perfil de la clientela familiar, sobre todo, que es la que abunda en el barrio.
La carta, tratándose de un lugar abierto desde la mañana, está agrupada en "Desayunos", "Especiales del Desayuno", "Huevos", "Panadería" y "Cafetería".
A la hora del almuerzo y las cenas tempranas (por ahora cierran a las 22:00), hay que prestar atención a rubros como "Schmear" (untar); "Nosh" (picar) y "Mezze", que en la cocina de Medio Oriente alude a los platos pequeños o raciones servidos a modo de entrada. Se colocan en el centro de la mesa, para consumirlos según el concepto de "family style", tan de moda últimamente. Cuantos más comensales, mejor.
Hay también un capítulo dedicado al hummus, una especialidad que nunca falta en la cocina israelí y en la árabe y la armenia. Por ejemplo. Están el clásico, pero asimismo otras versiones más jugadas que la original.
Finalmente hay bagels, ensaladas, sándwiches y sándwiches de miga; horno a la piedra (panes de especialidad y pizzas) para llegar a los postres, rubro en el que no faltan el strudel y la baklava, pero que se orientan más hacia el mousse de chocolate o de maracuyá, flan clásico y tarta de queso.
En la última visita realizada en diciembre pasado, se pidió el hummus con brócoli asado a la leña, con aceite de ajo, chile seco, limón y especias como sumac y zaatar. Cremoso, suave, delicioso. Tal vez haya que decir que el hummus de Mishiguene es el mejor de la ciudad.
Nunca omitimos los "arenques" a la crema, en realidad lachas argentinas encurtidas, con crema ácida, vinagre, pimienta, laurel y eneldo. Recomendamos pedir dos raciones. Otro plato tentador es el salpicón de pesca del día con papas, alcaparras fritas y aceite de chile. Y ni hablar del falafel, de garbanzos y hierbas.
Para completar el mezze, fue el turno de los varenikes, los clásicos ravioles del Este europeo, servidos con cebolla confitada, schmaltz (grasa aviar) y gribenes (chicharrón de piel de pollo).
Recomendamos también el pastrón Mishiguene, en pan pletzalej, pecho vacuno, mostaza antigua, y pepinos y cebollas encurtidas.
Los postres fueron el strudel y el flan clásico. Las bebidas que elegimos fueron cerveza y agua. Observamos que cuentan con una breve carta de vinos, pero muy original en cuanto a la selección de etiquetas. Y, además, cocktails y mocktails.
Todo lo detallado (arenques y pastrón por partida doble), costó $ 140.000 para cuatro personas, lo que denota una excelente relación precio calidad.
Cabe destacar que la mayor parte de los platos están disponibles para llevar a casa, por cuanto la "Rotisería" ya está habilitada al público.
Auguramos otro gran éxito para Mishiguene, en un barrio que recibió con los brazos abiertos esta nueva propuesta gastronómica.
Siempre me fascinó Winston Leonard Spencer Churchill, no por sus ideas políticas, pero sí por muchas otras razones. Quizás una de ellas es que nació el mismo día que yo, un 30 de noviembre. Muchas de sus frases pasaron a la historia, y se sabe tanto de su papel durante la Segunda Guerra Mundial como de sus gustos de sibarita. Era fumador de habanos, como se lo puede ver en las fotos de época, pero también se convirtió en un bebedor empedernido y un gourmand. Winston Club le rinde homenaje con un bar en la planta baja, y un living speakeasy escaleras arriba. La cocina del chef Jonás Alba luce impecable en este lugar, uno de los escasos muy british que podemos encontrar en Buenos Aires.
A veces, la crítica gastronómica te ofrece la oportunidad de disfrutar de experiencias similares en una misma semana. Ya nos pasó con los omakase algunas semanas atrás, y ahora con las tapas. Justo después de la presentación de "Tapeando" en la Embajada de España, llegó la visita a "Caldera" y, por tercer día consecutivo tuvimos otra tapeada de la que vamos a explayarnos en otra nota. En el caso de Caldera, de la misma sociedad de Le Rêve (restaurante ubicado justo enfrente), se destaca por su propuesta de tapas y pintxos, cuya cocina está a cargo de la joven Leticia Berceruelo (ex Restó S.C.A).
En tan solo 25 m2, con 16 cubiertos en su interior y 15 al aire libre, una arquitectura sumamente creativa, iluminación tenue y música tranquila, Casa Seis, de la mano de su creador, Fidel Pérez Ochoa, propone degustar vinos poco convencionales y platos que siguen la misma línea por su creatividad.