Abel González, el más grande de los periodistas gastronómicosViernes, 28 de diciembre de 2012Qué manera más triste de culminar el año. La muerte de Abel González nos llena de congoja. Fue un maestro de periodistas, pero también el más grande entre los que se ocupaban de la enogastronomía.
Hace algunos años llegué al periodismo gastronómico de la mano de Gustavo Choren y Augusto Foix, por ese entonces responsables de El Conocedor. Tuve la suerte de conocer a muchos colegas, algunos veteranos de estas lides y quienes siempre me gustó escuchar. Para mí Abel González fue en gastronomía, lo que es Horacio De Dios en el periodismo en general, dos grandes que te dejan enseñanzas invalorables. El caso de Abel fue para mi paradigmático, porque además tuve la suerte de que me convocara para escribir algunas críticas de restaurantes en la desaparecida revista Tintos & Blancos, que él mismo dirigía. Mi firma nada menos que al lado de la de Abel, que de cada nota sobre lugares de comida hacía un paralelismo con hechos de la historia universal que nos dejaban con la boca abierta. Prueba de ello es su libro "Elogio de la berenjena", lamentablemente agotado. Abel fue generoso, humilde, un grande verdad en un ámbito plagado de egos y excentricidades. Me alegro de haberlo encontrado en mi camino. Fondo de Olla rescató algunas de esas ideas (al menos eso tratamos). Se ha ido al culminar el 2012, un año que para nosotros, los que hacemos FDO ha sido el de la consolidación. Por eso le queremos dedicar a Abel un emocionado recuerdo. Y le decimos gracias por todo lo que nos dejó como enseñanza profesional y ética.
La biografía que publicó Clarín
Fue un periodista enorme, de prosa rica y apasionada. Había nacido el 8 de diciembre de 1931, en el seno de una familia de inmigrantes gallegos que se instalaron en el barrio de La Boca a fines del siglo XIX. Con su buena pluma contó en algunas misceláneas la historia de sus abuelos, Luis González y Josefa López, llegados desde La Coruña. Lo hizo en Clarín, donde además fue secretario de redacción y editor destacándose por sus trabajos en Cultura, Información General y La Revista dominical, en su antiguo formato. Además, fue jefe de redacción en varias publicaciones de Editorial Atlántica, ombudsman en el diario Perfil, y redactor en medios especializados en comidas y bebidas.
Esa pasión por el buen comer y el buen beber lo llevó a ser un anfitrión insuperable. En su casa de la calle Venezuela siempre se podía disfrutar de buena música, ricos platos y deliciosos relatos sobre sus años jóvenes, incluida una estadía en China. Su vena gourmet lo hizo también autor de libros que merecen ser leídos: "Elogio de la berenjena" (con sabrosas anécdotas y recetas de famosos como Borges, Gardel, el Che, Perón y García Márquez) y "Los mejores de Buenos Aires. Guía de restaurantes y vinos".
Casado con Norma, sus crónicas reflejaban una infancia en la que su padre le leía libros de Salgari, Julio Verne, Benito Pérez Galdós y Rosalía de Castro. De su padre, relataba, heredó el gusto por la lectura; y de su madre, de apellido Kosada, su pasión por la cocina. Por eso, muchos de sus trabajos, que pueden encontrarse en Internet, fueron firmados con su seudónimo, Oscar Kosada, por su segundo nombre y su apellido materno.
En sus notas, sus entrevistados brillaban. Eso se puede ver en sus reportajes sobre el escritor Héctor Bianciotti, los pintores Augusto Marteau, Roberto Duarte y Guillermo Roux y en un apasionante diálogo con Hugo del Carril, publicado como sin querer en la mítica fecha del 17 de octubre de 1982. Son memorables también sus relatos sobre el Riachuelo y un viaje a la zona vitivinícola de la Toscana, publicados en Clarín.
Harían falta 100 líneas más para reflejar la total dimensión del querido Abel como periodista y persona. En pocas palabras se podría resumir que le hizo mucho bien al periodismo. Por lo que pensó, escribió y editó, por los periodistas que formó y por llenar las redacciones con un humor e ingenio inusuales.
Hace algunos años llegué al periodismo gastronómico de la mano de Gustavo Choren y Augusto Foix, por ese entonces responsables de El Conocedor. Tuve la suerte de conocer a muchos colegas, algunos veteranos de estas lides y quienes siempre me gustó escuchar. Para mí Abel González fue en gastronomía, lo que es Horacio De Dios en el periodismo en general, dos grandes que te dejan enseñanzas invalorables. El caso de Abel fue para mi paradigmático, porque además tuve la suerte de que me convocara para escribir algunas críticas de restaurantes en la desaparecida revista Tintos & Blancos, que él mismo dirigía. Mi firma nada menos que al lado de la de Abel, que de cada nota sobre lugares de comida hacía un paralelismo con hechos de la historia universal que nos dejaban con la boca abierta. Prueba de ello es su libro "Elogio de la berenjena", lamentablemente agotado. Abel fue generoso, humilde, un grande verdad en un ámbito plagado de egos y excentricidades. Me alegro de haberlo encontrado en mi camino. Fondo de Olla rescató algunas de esas ideas (al menos eso tratamos). Se ha ido al culminar el 2012, un año que para nosotros, los que hacemos FDO ha sido el de la consolidación. Por eso le queremos dedicar a Abel un emocionado recuerdo. Y le decimos gracias por todo lo que nos dejó como enseñanza profesional y ética.
La biografía que publicó Clarín
Fue un periodista enorme, de prosa rica y apasionada. Había nacido el 8 de diciembre de 1931, en el seno de una familia de inmigrantes gallegos que se instalaron en el barrio de La Boca a fines del siglo XIX. Con su buena pluma contó en algunas misceláneas la historia de sus abuelos, Luis González y Josefa López, llegados desde La Coruña. Lo hizo en Clarín, donde además fue secretario de redacción y editor destacándose por sus trabajos en Cultura, Información General y La Revista dominical, en su antiguo formato. Además, fue jefe de redacción en varias publicaciones de Editorial Atlántica, ombudsman en el diario Perfil, y redactor en medios especializados en comidas y bebidas.
Esa pasión por el buen comer y el buen beber lo llevó a ser un anfitrión insuperable. En su casa de la calle Venezuela siempre se podía disfrutar de buena música, ricos platos y deliciosos relatos sobre sus años jóvenes, incluida una estadía en China. Su vena gourmet lo hizo también autor de libros que merecen ser leídos: "Elogio de la berenjena" (con sabrosas anécdotas y recetas de famosos como Borges, Gardel, el Che, Perón y García Márquez) y "Los mejores de Buenos Aires. Guía de restaurantes y vinos".
Casado con Norma, sus crónicas reflejaban una infancia en la que su padre le leía libros de Salgari, Julio Verne, Benito Pérez Galdós y Rosalía de Castro. De su padre, relataba, heredó el gusto por la lectura; y de su madre, de apellido Kosada, su pasión por la cocina. Por eso, muchos de sus trabajos, que pueden encontrarse en Internet, fueron firmados con su seudónimo, Oscar Kosada, por su segundo nombre y su apellido materno.
En sus notas, sus entrevistados brillaban. Eso se puede ver en sus reportajes sobre el escritor Héctor Bianciotti, los pintores Augusto Marteau, Roberto Duarte y Guillermo Roux y en un apasionante diálogo con Hugo del Carril, publicado como sin querer en la mítica fecha del 17 de octubre de 1982. Son memorables también sus relatos sobre el Riachuelo y un viaje a la zona vitivinícola de la Toscana, publicados en Clarín.
Harían falta 100 líneas más para reflejar la total dimensión del querido Abel como periodista y persona. En pocas palabras se podría resumir que le hizo mucho bien al periodismo. Por lo que pensó, escribió y editó, por los periodistas que formó y por llenar las redacciones con un humor e ingenio inusuales.