¡Dejen en paz al torrontés!

Jueves, 20 de octubre de 2011

“Dejen de joder con el Torrontés” diría Serrat si cambiáramos al niño con los críticos de vinos y al blanco salteño con la pelota. Hay colegas empeñados en subestimar a nuestro emblema entre los vinos blancos, pues dicen que al sacarle los terpenos lo “amariconaron” y le sacaron todo su encanto. Puede que esto sea cierto, en lo particular me gusta más el Torrontés a la vieja usanza y no el mechado con Chardonnay, menos típico, menos opulento, menos amargo, menos todo. Pero que es más del gusto foráneo, y se vende con mayor facilidad en el mercado externo. Hasta ahí podría coincidir con Don Miguel, pero si aceptara otras de sus consideraciones entraría en el terreno de lo irracional. Algunos críticos se hallan empecinados en considerar a San Pedro de Yacochuya (Arnaldo Etchart-Michel Rolland) como los únicos productores de Torrontés de Salta, La Rioja y el universo todo. Que yo sepa, en Yacochuya no hay un solo viñedo, una sola planta de Torrontés. Segundo: nuestro blanco de bandera gusta mucho en el exterior, por ejemplo ha sido presentado en estos días en la Costa Azul dentro de un festival que tuvo a Mauro Colagreco como promotor. Y no es cuestión de esperar ni un mediano ni un largo plazo. Es ahora, ya. Las estrategias de marketing las tienen claras las bodegas, las que producen y elaboran, y también las que compran la uva, el vino hecho, que solo ponen la etiqueta y la botella, o a veces ni siquiera esto último. Don Miguel nombra por caso, a algunas etiquetas de éstas, las que compran por encargo. Me consta que ciertos críticos evalúan el mismo vino, puesto en distinta botella y con diferente marca, con parámetros diametralmente opuestos. Pero el colmo de los colmos, es considerar a Michel Rolland como el genio que “mejoró el know how de los viñedos y las fermentaciones del Torrontés”. Nunca me enteré que Michel R. (es como Dios, está en todas partes) haya metido mano a un blanco y menos al Torrontés. Después sí vinieron Isabel Mijares y Paul Hobbs, a colaborar en el desarrollo comercial de alguna bodega salteña, pero que de Torrontés saben poco y nada. Señores, el Torrontés es cosa de argentinos, déjenlo tranquilo, no lo subestimen, terminen con el bla, bla, bla inconsistente. Las cosas son más simples de lo que parecen. En el próximo viaje a Cafayate volveré a cumplir el rito: empanadas y Torrontés de damajuana (con muchos terpenos) en la casa de mi amigo Palo Domingo. Y también me gusta el otro, el maricón, domado, pero que para ciertas ocasiones vale la pena probar. Bah, me gusta el Torrontés y listo.


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