Celine Demarcqes parisina y hace algunos años dejó la "Ciudad Luz" con su mochila para recorrer el mundo. Como muchos de sus compatriotas, recaló en Buenos Aires, le gustó el lugar, pasó a noviar con un porteño y se quedó (hoy está a punto de tener un hijo argentino). El proyecto gastronómico que lleva su nombre, con el aditamento de L'Atelier, donde venden productos gourmet y se sirve café, té y algunas cositas saladas y dulces a toda hora del día, fue la excusa perfecta para aquerenciarse en estos pagos. El local queda en la barranca de la calle Carlos Calvo, donde alguna vez funcionó El Repecho, casi frente a la Iglesia Danesa. La casa fue remodelada con el propósito de brindar una cocina honesta, de estirpe francesa y alguna que otra pequeña concesión a su lugar adoptivo, que es el nuestro, todo lo cual termina por consolidar una propuesta poco habitual: un restó francés donde no te matan. Estamos acostumbrados a la cocina gala de lujo, con pretensiones y ambientes versallescos, pero también nos gusta (y a nuestro bolsillo mucho más) comer bien "franchute" y que no duela la cuenta más de lo que corresponde. Además los vinos no están sobrecargados como en la mayoría de los restaurantes porteños. Los platos son abundantes; se aclara para aquellos que temen el "minimalismo" de la "Nouvelle Couisine". A la hora de sacar cuentas, entonces, L'Atelier de Celine satisface por todos lados: lo rica que es la comida, los buenos precios y la onda del lugar.
El menú de verano presenta novedosas preparaciones que conviven con algunos platos de siempre, como la soupe à l'oignon gratinée (la clásica sopa de cebollas con sus tostadas de queso gratinado), que no puede faltar en ninguna carta francesa que se precie). Hay además terrina casera ciento por ciento de carne de cerdo, con tostadas y salsa de manzanas; magret de pato ahumado y feteado con chutney de ciruelas y nueces; codorniz deshuesada con relleno de dátiles, nueces y ciruelas servido en hojas de repollo rellenas de ricota y verduras salteadas; solomillo de cerdo con salsa al Oporto y crema con ciruelas, y milhojas de batatas y manzanas; conejo confitado a las hierbas de Provence y al ajo con puré de rúcula; bife de cuatro horas al horno con risotto cremoso de hongos; estofado de cordero con especies marroquíes y vegetales con cous cous; filete de salmón a la plancha con tabule y salsa de cítricos. Difícil elegir entre tantas opciones. Pero también la carta muestra otro clásico de L'Atelier de Celine: los ravioles de Mémé, la abuela inspiradora de la dueña de casa. Están rellenos con mollejas, llevan puerros y un secreto: la cocción con salsa cremosa de champiñones.
Para el final, ya sabe que antes del dulce van unos quesos; luego sí la infaltable tarte tatin, y en este menú estival también creme brûlée a la vainilla y sus variaciones de frutos rojos y de flor de naranja. También puede pedirse un café o brindar con copa de espumoso, más tres postres sorpresa. Si te gusta la cocina francesa y que encima te cobren de manera razonable, L'Atelier de Celine es el lugar que te conviene.
