Mi perro es "prensero"

Miércoles, 24 de noviembre de 2010
Nerón armando una gacetilla


Hace tiempo que los lectores de FDO no tenían noticias de Nerón. El perro se tomó en serio a su última profesión y las propinas… Parece que le gustaron mucho los óbolos que le dejaban los clientes, sobre todo porque andaba afincado en un restaurante donde no cobran laudo gastronómico, y entonces la gente era generosa.

La verdad es que aprendió bastante, siempre atento y servicial,
moviendo la cola. Pero mi perro no es animal de costumbre, como otros congéneres suyos. En su época de periodista gastronómico, le surgieron varias amistades, de personas que hacen prensa. Son ni más ni menos los que nos dan letra a los periodistas, nos acercan información, fotos, a veces nos envían vinos y demás alimentos para probar y luego criticar (si es a favor por supuesto, porque no te lo van a mandar para que les pegues). Convengamos que algunos “prenseros” le van a tomar el punto al perrito. Es más fácil (y barato) mandarle balanceado con gusto a carne o pollo, que pizza congelada, chicles, alfajores, chocolates, panes y demás delicias.

Yo la había advertido a Nerón que no todos los que hacen prensa son iguales. Están los que te invitan a comer a un restaurante, para que después lo publiques si te gustó, pero te dejan solito con tu alma. A veces es mejor así, pero mirá si se olvidaron de la reserva y el periodista hace un papelón y queda como “garronero” (ya me pasó, claro). Otros te acompañan, está mejor si la compañía no es aburrida, porque de lo contrario sonaste.

Vida difícil la del “prensero”: su trabajo es duro, nunca conforma al cliente y tampoco al periodista; los clientes quieren ya, todo junto, y después que lo consiguieron viene un vacío imposible de llenar y así pierden al cliente, que ya les sacó el jugo y ahora les hacen pito catalán. A mi perro, le dije que trate de ser justo y generoso. Jamás hay que subestimar al hombre de prensa, capaz que mañana está en un medio nacional y si no lo trataste bien, te la juró y fuiste. Pero a veces, dan ganas de matar a algunos colegas. Sobre todo en el ambiente gastronómico, donde hay casos y casos. Los hay sensatos, que te piden un vino de precio medio para abajo y los platos más sencillos (nada de foie gras, trufas y caviar iraní). Pero a otros no les da vergüenza, encima hay advenedizos que saben de cine pero que les dieron un espacio para escribir de restós y hacen desastres.

Me contaron que una vez, un periodista veterano fue invitado a Francia a visitar una bodega con casa matriz allá y sucursal acá. Y el hombre, con cara de póker, salió pidiendo en un castillo al que habían ido a cenar, un vino de 10 mil euros la botella. Como dice el dicho: “la culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer”. El mismo colega, otra vez, en Portugal, se enojó porque lo llevaron  a un lugar a comer tapas, y él dijo que sólo “comía comida” (sic). Otro (éste es de los nuevos) pidió que el “prensero” le reservara para dos, se apareció con seis, pidieron los vinos más caros y se comieron todo el menú, y se fueron sin preguntar si había que pagar algo. Qué difícil es lidiar con esta gente, Nerón, le dije a mi perro. Si aún así estás dispuesto, dale para adelante.

Le conté además que hay muchos que trabajan muy bien, y otros que piensan que sos un tonto. “Una vez -le recordé a Nerón-, una agencia de prensa me mandó una gacetilla que decía palabras más, palabras menos: “La Bodega El…… presentó sus nuevos vinos……….., durante una reunión a la que asistieron los prestigiosos periodistas……”. Y a mí no me habían invitado. Me tomaron de bolu…. Yo sé que hay colegas que quieren probar determinados vinos y no los pueden pagar, por eso lo piden, pero para luego copiar casi textualmente lo que dice la contraetiqueta, piden tres botellas. ¿Acaso estarán montando un negocio paralelo? “Pero a los que nos manejamos con códigos nos tratan como kelpers”, le dije a Nerón. “Yo como periodista jamás pido que me manden nada, pero si te lo mandan es otra cosa”, le aseguré al perro. Y le pedí que si realmente va a ser alguien que hace prensa, que trate a todos por igual, o hay para todos o para nadie, o viajan todos los medios (uno por cada) o no viaja nadie. Si querés que te publiquen algo sobre el vino, mandá una botella, si te manguean no les des nada. Hay que ser equitativo. Y si no sabés escribir, buscate alguien que lo haga bien, porque el periodista a veces es medio vago, y tampoco tiene tiempo para corregir los textos que le manda otro. También le pedí que no sea cargoso, ya te lo van a publicar, qué es eso de andar insistiendo y llamando a cada rato cuándo va a salir la nota.

Por último, decidí darle una mano al perro, le pasé una lista de los que trabajan bien (para que los imite) y otra de los que son un desastre (para que haga todo lo contrario). Y terminé contándole un episodio que me pasó hace poco. Una agencia de prensa me invitó a un viaje a La Rioja, para visitar diversos emprendimientos, a cargo de la Secretaría de Turismo provincial. Nunca más me llamaron, ni para decirme que el viaje no se hacía, o mejor dicho que no había lugar para mí (porque el viaje se hizo y algunos colegas fueron), y para peor, ni siquiera me pidieron disculpas. Encima siguen mandando gacetillas como si nada. Uno no es rencoroso, pero una disculpa vendría bien y seguiríamos adelante.

Bueno, Nerón ya consiguió trabajo, por ahora maneja dos cuentas, pero ya está pensando que si le va bien, el año que viene se larga solo. Y ahí sí, tiemblen los “garroneros” y los desubicados, el perro no perdona y los va a desenmascarar con nombre y apellido. Aunque se quede sin clientes Nerón tiene códigos, porque él primero fue periodista y sabe mucho de lo que huele.
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