La pizza porteña, que espanta a los italianos y apasiona al público local, tiene clásicos indiscutidos como Güerrin, El Cuartito, Las Cuartetas y hasta la belgranense Burgio. Pero pizzería Kentucky ya es una “revolución” de quince sucursales.
Hace rato que nos viene sorprendiendo el “fenómeno” pizzería Kentucky. Ocurre que conocíamos el primigenio local de Godoy Cruz y Santa Fe, abierto en 1942. Y también el segundo, frente a la Rural, sobre la misma avenida. Pero desde hace unos años, el “mundo” Kentucky comenzó a reproducirse tal conejo en celo. Hasta otra pizzería al paso, calle Godoy Cruz de por medio (tan insólito como tener dos estadios de fútbol, Racing e Independiente, separados por un par de cuadras). Luego en la misma arteria en su cruce con Anchorena. Hasta la recordada confitería Premier de Corrientes y Paraná, dejó su lugar a una nueva pizzería de la cadena. La última apertura ha sido la esquina de Paraguay y San Martín, que sólo atiende de lunes a viernes de 10 a 18 (horario de oficinas). Reconozco que como soy vecino a este local, prefiero pagar una Promo 1, de 25 pesos (dos de musa, un fainá y vaso plástico de cerveza de un tercio de litro), que gastar lo mismo o aún más por un escuálido sánguche de poco fiambre y ni siquiera una bebida para acompañar. El local “microcéntrico” no tiene mesas, tenés que comer de “dorapa” o de última llevártela a la oficina, lo que casi parece un sacrilegio. He visto brasileños encantados por lo poco que cuesta la pizza de Kentucky, que además es rica, sin grandes pretensiones, pero con productos decentes y en abundancia. Ningún italiano, por ahora.
En el original de Pacífico, se ofrece moscato como para rendir homenaje a un clásico porteño. Y hay una decoración distinta, viejas tapas de la Revista El Gráfico, fotos de deportistas y de tangueros. Es otra cosa, sin dudas, ahí hay que sentarse a la mesa y disfrutar del momento y la pizza (vale aclarar que las empanadas fritas son muy buenas). Kentucky no está exento de una contradicción. Es que el nombre alude a un Estado de USA, pero también al famoso Derby, una de las competencias equinas más importantes del mundo y que forma parte de la triple corona yanqui. Quizá esto sea por la vecindad con el hipódromo de Palermo, no lo sabemos. Bien porteña pero con nombre yanqui, contradicción al fin. Curiosamente, algunos dicen que la media masa o pizza al molde, nació en Chicago como “deep dish pizza” o “pizza al estilo Chicago”, en virtud de que fue inventada en la Pizzería Uno en la década del ’40. Sacando cuentas, uno piensa que la Kentucky porteña abrió sus puertas en 1942, de manera que pareciera ser que les ganamos de mano a los yanquis, aunque no lo sepamos.
Kentucky alcanzó 15 locales y va por más. No es la gran pizza pero tampoco Ugi’s (el MacDonald’s pizzero). Te comés una promo y quedás pipón, y encima te cuesta menos que un sánguche y una gaseosa.
La ortodoxia gastronómica señala que la masa para una pizza de este tipo, se prepara directamente en un molde y va al horno en forma parcial, para luego incorporar tomate, queso y demás ingredientes. De nuevo al horno y listo. Nada más alejado de la “vera pizza napoletana”, como la que hace Néstor Gattorna en Siamo nel Forno (sería como comparar un Fitito con un Mercedes), lo que pasa es que mucha gente anda en el Fitito porque no puede comprarse un Mercedes, o simplemente porque a veces hay que bajar al llano y no dejarse tentar solamente por lugares gourmet. Claro, si me dan a elegir, me quedo también con Siamo o con la pizza al horno de barro de PuraTierra.
Para concluir, debemos anotar que parece que Kentucky incursionará también en la provincia, tal vez con un local en San Isidro. Y que seguramente habrá nuevas aperturas. Desde el cambio de manos, hace unos años atrás, la marca se expandió por los cien barrios porteños, que no son cien como dice el catastro. Y más allá de las críticas, el negocio rinde. Está claro, un par de porciones de musa con fainá, una bebida (cerveza o gaseosa a 32 pesos), otra Promo ídem pero con dos de napolitana (38 pesos), o aún la fugazzetta con queso (a 11 pesos la porción), sigue siendo una excelente opción ante los sánguches para oficinistas o las hamburguesas de los “bad food”. Además, en Kentucky, desde que hacés el pedido no pasa más de un minuto hasta que ya estés comiendo de “dorapa”. Ahora bien, si alguien se pone exquisito, que vaya a otro lado. Sólo digo que frente al Kentucky de Paraguay y San Martín, hay un Ugi’s casi desierto. Creer o reventar. Los nuevos dueños de la cadena le encontraron la vuelta, más allá de las críticas lapidarias de cierto tipo de público. Pero que es una revolución de la pizza, no hay dudas, para bien o para mal.