Bailando por una OllaLunes, 25 de abril de 2016Comenzó “Dueños de la Cocina” por Telefé. En el programa no hay vedetongas bailando, pero sí jurados tragicómicos. Y en lugar de bailar por un sueño, hay gente cocinando por una olla.
En el fondo es lo mismo. En la olla de MasterChef, en la que cocinaban aficionados, ahora los master se hicieron dueños. El nuevo programa de Telefé no solo degrada a la noble profesión, sino que muestra hasta qué punto una persona acepta que la humillen públicamente.
Los maestros (o profesores Siruela, que es un pueblo extremeño donde se hizo famosa la frase “como el maestro de Siruela, que no sabía leer pero puso escuela”), parecen los genios de la gastronomía universal.
Ellos (los jurados) se las saben todas. Y hasta una participante lloró de emoción porque iba a conocer a su ídola Narda. A veces no se ponen de acuerdo los tres, pero como bien dice otro dicho “entre bueyes no hay cornadas”.
La participación de Marley, siempre simpático en su torpeza y que demuestra saber poco y nada de cocina, le aporta algo de frescura al show. Pero es tanto el protagonismo de los jurados, que el programa finalmente se pone insufrible. Menos mal que uno tiene a mano el control remoto, aunque hoy ya no estén Lanata ni el fútbol de trasnoche como el año pasado.
DUEÑOS DE LA COCINA HIZO 13.4 PUNTOS DE RATING Y LIDERÓ SU FRANJA HORARIA. ¿PODRÁN MANTENERSE CON UN PROGRAMA TAN ABURRIDO Y POBRE DE IDEAS.
Los cocineros, algunos de quienes parecen tener bastante experiencia, sufren, ríen por no llorar o directamente lloran, y temen como si fueran a dar el examen final antes de recibirse, ante tres profes con caras de malos, un papel que les cabe perfectamente a dos de ellos, pero no a Donato, al que preferimos ver en su papel de tano bonachón y eficaz a la hora de sacar las recetas de sus ancestros.
La pregunta qué cabe a esta altura es: ¿qué les ofrecen a los participantes para que se dejen humillar de esta manera? Una suma de dinero, 300 mil pesos. Y la ocasión de regentear durante un año el restaurante de la zona norte que está por abrir el mismo grupo dueño de La Panadería de Pablo (con este mismo nombre, en la esquina de Libertador y Corrientes, en Olivos).
Como ya señalamos en una nota anterior, MasterChef no saldrá al aire este año sólo por una cuestión económica. Este programa pertenece a una franquicia otorgada por sus creadores británicos y se debe pagar en moneda extranjera, mientras que la publicidad se recauda en pesos. En cambio, Dueños de la Cocina es precisamente al revés, porque encima pretenden vender el ciclo a otros países.
Ya sin entrar en el terreno de la crítica del programa por el lado de la gastronomía, sin ponernos exigentes uno puede decir que hay un público que sigue este tipo de engendros televisivos (con 13.4 puntos lideró en su franja). Será la misma gente que aulla cuando Narda hace una ensalada con un huevo estrellado como lo vimos hace poco in situ en Santa Fe. O los que le piden autógrafos al francés como si se tratase de una celebridad.
Como espectadores comunes y corrientes, Dueños de la Cocina nos aburrió soberanamente. Da pena que se trate así a la gente, es penoso que den lástima por un minuto de fama, exacerba ver a los jurados haciendo un triste papel como los de Bailando por un Sueño (que al menos están actuando).
Dueños de la Cocina es un show. Todo está guionado. Seguramente ganará el que más convenga al rating y no el que mejor cocine. Pero son las reglas del juego. Siempre hay gente dispuesta a todo con tal de concursar. Al menos acá no se los hace bailar en bolas.
Comenzó “Dueños de la Cocina” por Telefé. En el programa no hay vedetongas bailando, pero sí jurados tragicómicos. Y en lugar de bailar por un sueño, hay gente cocinando por una olla.
En el fondo es lo mismo. En la olla de MasterChef, en la que cocinaban aficionados, ahora los master se hicieron dueños. El nuevo programa de Telefé no solo degrada a la noble profesión, sino que muestra hasta qué punto una persona acepta que la humillen públicamente.
Los maestros (o profesores Siruela, que es un pueblo extremeño donde se hizo famosa la frase “como el maestro de Siruela, que no sabía leer pero puso escuela”), parecen los genios de la gastronomía universal.
Ellos (los jurados) se las saben todas. Y hasta una participante lloró de emoción porque iba a conocer a su ídola Narda. A veces no se ponen de acuerdo los tres, pero como bien dice otro dicho “entre bueyes no hay cornadas”.
La participación de Marley, siempre simpático en su torpeza y que demuestra saber poco y nada de cocina, le aporta algo de frescura al show. Pero es tanto el protagonismo de los jurados, que el programa finalmente se pone insufrible. Menos mal que uno tiene a mano el control remoto, aunque hoy ya no estén Lanata ni el fútbol de trasnoche como el año pasado.
DUEÑOS DE LA COCINA HIZO 13.4 PUNTOS DE RATING Y LIDERÓ SU FRANJA HORARIA. ¿PODRÁN MANTENERSE CON UN PROGRAMA TAN ABURRIDO Y POBRE DE IDEAS.
Los cocineros, algunos de quienes parecen tener bastante experiencia, sufren, ríen por no llorar o directamente lloran, y temen como si fueran a dar el examen final antes de recibirse, ante tres profes con caras de malos, un papel que les cabe perfectamente a dos de ellos, pero no a Donato, al que preferimos ver en su papel de tano bonachón y eficaz a la hora de sacar las recetas de sus ancestros.
La pregunta qué cabe a esta altura es: ¿qué les ofrecen a los participantes para que se dejen humillar de esta manera? Una suma de dinero, 300 mil pesos. Y la ocasión de regentear durante un año el restaurante de la zona norte que está por abrir el mismo grupo dueño de La Panadería de Pablo (con este mismo nombre, en la esquina de Libertador y Corrientes, en Olivos).
Como ya señalamos en una nota anterior, MasterChef no saldrá al aire este año sólo por una cuestión económica. Este programa pertenece a una franquicia otorgada por sus creadores británicos y se debe pagar en moneda extranjera, mientras que la publicidad se recauda en pesos. En cambio, Dueños de la Cocina es precisamente al revés, porque encima pretenden vender el ciclo a otros países.
Ya sin entrar en el terreno de la crítica del programa por el lado de la gastronomía, sin ponernos exigentes uno puede decir que hay un público que sigue este tipo de engendros televisivos (con 13.4 puntos lideró en su franja). Será la misma gente que aulla cuando Narda hace una ensalada con un huevo estrellado como lo vimos hace poco in situ en Santa Fe. O los que le piden autógrafos al francés como si se tratase de una celebridad.
Como espectadores comunes y corrientes, Dueños de la Cocina nos aburrió soberanamente. Da pena que se trate así a la gente, es penoso que den lástima por un minuto de fama, exacerba ver a los jurados haciendo un triste papel como los de Bailando por un Sueño (que al menos están actuando).
Dueños de la Cocina es un show. Todo está guionado. Seguramente ganará el que más convenga al rating y no el que mejor cocine. Pero son las reglas del juego. Siempre hay gente dispuesta a todo con tal de concursar. Al menos acá no se los hace bailar en bolas.
