Los nuevos termitasMartes, 22 de noviembre de 2016El periodista de Clarín, Hernán Firpo, encontró dos vivillos que garronean la comida y se vanaglorian de ello. Ni siquiera son periodistas, solo se preocupan en pegar alguna foto en Instagram y tomarse el trabajo de escribir dos líneas. Al garronero ahora lo llaman community manager e instagramer.
Los pibes se llaman Andrea Heller y Matías Fernández, son millenials, según el periodista del diario Clarín, Hernán Firpo. Ambos gozan diciendo que comen gratis (y sin ponerse colorados). Y que desde el 15 de agosto, su espacio (no sabemos realmente cómo llamarlo) @food_in_ba alcanzó a 11.000 seguidores en Instagram. Y que en solo tres meses comieron gratis 400 veces.
Saquen sus números y comprenderán que no podés comer 400 veces afuera en apenas 90 días. El promedio sería de algo así como 4 comidas y media por día.
"El dandi (sic) posmoderno frecuentemente es joven y tiene por objetivo hacerse escuchar. El comienzo pudo ser el blog y después, más al alcance de la (sic) ama de casa: las redes sociales. Como suele ocurrir, todo lo que se masifica luego necesita segmentarse (sofisticarse). Instagramers, youtubers, micrófonos de distinto orden porque, como decía un inglés, el camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría. Para eso existen Andrea Heller y Matías Fernández, parejita de dulces 21 que hizo del canje un estilo de vida". Así escribe el periodista, que parece tener trayectoria, pero ni una idea sobre gastronomía.
Según la nota, los chicos se definen como instagrameros gastronómico, o food bloggers e instagramers".
Ella cuenta la historia y dice que les gusta mucho salir y comer afuera (sin pagar, claro) y están orgullosos de eso: "vos te reís, pero este hobbie (sic) se convirtió en nuestro orgullo. Estamos muy contentos de haber logrado lo que logramos".
La parejita saca fotos y las postean. Y una manda de giles se apresura a aceptar sus mangazos, no solo acá, dicen, también en Uruguay y Chile.
AHORA COMER DE ARRIBA A CAMBIO DE UNA FOTO Y UN EPÍGRAFE ES UNA GENIALIDAD. LA NOTA PERIODÍSTICA DEL DIARIO CLARÍN LO AVALA. NOS SON VIVOS, SON GARRONEROS, UNA NUEVA VERSIÓN DE LOS TERMITAS.
Como veían que el abdomen se estaba expandiendo demasiado, se tiraron el lance de conseguir canje en un gimnasio. No hacía falta que el periodista nos dijera qué figuritas de la tele van a ese lugar. Pero la nota es tan tonta, banal y frívola, que da vergüenza ajena.
Ojo que hay más, los chicos dicen que saben que hay crítica gastronómica, pero nunca leyeron una. Y Firpo hasta los compara con Anton Ego, el crítico de la película Ratatouille, inspirado en el gran François Simon.
El colmo de la frivolidad, es que Andrea Heller le haya preguntado al periodista si podían hacer las fotos en una peluquería, porque ahí también tenían canje.
Estos reyes del chivo y del copiar y pegar, son impresentables. Cuesta entender cómo "el gran diario argentino" se presta a este tipo de notas. No se entiende que un secretario de redacción pida una nota de este tipo o cuanto menos la acepte, si es que la idea salió de la febril imaginación del autor.
Sabemos que si no estás en Instagram no existís para una parte de los prenseros, que invitan a viajes y estadías a estos community managers, o como se llamen. Uno, que se rompe investigando, escribiendo, informándose, no es tenido en cuenta porque supuestamente no existimos por no estar más activamente en Instagram.
Aunque no lo crean, es así. Para algunos vale más una foto con epígrafe mal redactado, que una crítica fundamentada y en la que la firma del periodista, si es serio, debiera ser tenida en cuenta y valorada por el restaurante.
Dicen que la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer. Es verdad, a medias pero es verdad. Pensar que nosotros, en Fondo de Olla, tenemos nuestro propio manual de estilo, en el cual está prohibido llamar a un restaurante para que te inviten a comer gratis. Por una cosa es cuando te buscan porque les interesa tu crítica, y otra que seas un garronero consuetudinario.
Sabemos que en nuestro gremio hay colegas que hacen los mismos que los instagramers. Quizá sean ellos los que sean entrevistados próximamente por el colega Firpo.
Lo único que queda por agregar es que los empresarios gastronómicos y cocineros no se deben dejar embaucar con estos canjes, a cambio de espejitos de colores. Porque estos nefastos personajes son muy jóvenes, si no les ponen un coto a la situación ya mismo, van a seguir usufructuando su negocio durante mucho tiempo. Y no faltará el día en que los instagamers nos reemplacen a los periodistas. Ya estamos en camino, a poco que se vea lo que está pasando en los diarios masivos, en los que las notas sobre gastronomía son escritas por neófitos absolutos en la materia (ver el suplemento Spot del mismo diario para darse una idea).
Argentina país generoso, si hasta a los garroneros les dan premios y les hace notas en el diario de mayor tirada.
El periodista de Clarín, Hernán Firpo, encontró dos vivillos que garronean la comida y se vanaglorian de ello. Ni siquiera son periodistas, solo se preocupan en pegar alguna foto en Instagram y tomarse el trabajo de escribir dos líneas. Al garronero ahora lo llaman community manager e instagramer.
Los pibes se llaman Andrea Heller y Matías Fernández, son millenials, según el periodista del diario Clarín, Hernán Firpo. Ambos gozan diciendo que comen gratis (y sin ponerse colorados). Y que desde el 15 de agosto, su espacio (no sabemos realmente cómo llamarlo) @food_in_ba alcanzó a 11.000 seguidores en Instagram. Y que en solo tres meses comieron gratis 400 veces.
Saquen sus números y comprenderán que no podés comer 400 veces afuera en apenas 90 días. El promedio sería de algo así como 4 comidas y media por día.
"El dandi (sic) posmoderno frecuentemente es joven y tiene por objetivo hacerse escuchar. El comienzo pudo ser el blog y después, más al alcance de la (sic) ama de casa: las redes sociales. Como suele ocurrir, todo lo que se masifica luego necesita segmentarse (sofisticarse). Instagramers, youtubers, micrófonos de distinto orden porque, como decía un inglés, el camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría. Para eso existen Andrea Heller y Matías Fernández, parejita de dulces 21 que hizo del canje un estilo de vida". Así escribe el periodista, que parece tener trayectoria, pero ni una idea sobre gastronomía.
Según la nota, los chicos se definen como instagrameros gastronómico, o food bloggers e instagramers".
Ella cuenta la historia y dice que les gusta mucho salir y comer afuera (sin pagar, claro) y están orgullosos de eso: "vos te reís, pero este hobbie (sic) se convirtió en nuestro orgullo. Estamos muy contentos de haber logrado lo que logramos".
La parejita saca fotos y las postean. Y una manda de giles se apresura a aceptar sus mangazos, no solo acá, dicen, también en Uruguay y Chile.
AHORA COMER DE ARRIBA A CAMBIO DE UNA FOTO Y UN EPÍGRAFE ES UNA GENIALIDAD. LA NOTA PERIODÍSTICA DEL DIARIO CLARÍN LO AVALA. NOS SON VIVOS, SON GARRONEROS, UNA NUEVA VERSIÓN DE LOS TERMITAS.
Como veían que el abdomen se estaba expandiendo demasiado, se tiraron el lance de conseguir canje en un gimnasio. No hacía falta que el periodista nos dijera qué figuritas de la tele van a ese lugar. Pero la nota es tan tonta, banal y frívola, que da vergüenza ajena.
Ojo que hay más, los chicos dicen que saben que hay crítica gastronómica, pero nunca leyeron una. Y Firpo hasta los compara con Anton Ego, el crítico de la película Ratatouille, inspirado en el gran François Simon.
El colmo de la frivolidad, es que Andrea Heller le haya preguntado al periodista si podían hacer las fotos en una peluquería, porque ahí también tenían canje.
Estos reyes del chivo y del copiar y pegar, son impresentables. Cuesta entender cómo "el gran diario argentino" se presta a este tipo de notas. No se entiende que un secretario de redacción pida una nota de este tipo o cuanto menos la acepte, si es que la idea salió de la febril imaginación del autor.
Sabemos que si no estás en Instagram no existís para una parte de los prenseros, que invitan a viajes y estadías a estos community managers, o como se llamen. Uno, que se rompe investigando, escribiendo, informándose, no es tenido en cuenta porque supuestamente no existimos por no estar más activamente en Instagram.
Aunque no lo crean, es así. Para algunos vale más una foto con epígrafe mal redactado, que una crítica fundamentada y en la que la firma del periodista, si es serio, debiera ser tenida en cuenta y valorada por el restaurante.
Dicen que la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer. Es verdad, a medias pero es verdad. Pensar que nosotros, en Fondo de Olla, tenemos nuestro propio manual de estilo, en el cual está prohibido llamar a un restaurante para que te inviten a comer gratis. Por una cosa es cuando te buscan porque les interesa tu crítica, y otra que seas un garronero consuetudinario.
Sabemos que en nuestro gremio hay colegas que hacen los mismos que los instagramers. Quizá sean ellos los que sean entrevistados próximamente por el colega Firpo.
Lo único que queda por agregar es que los empresarios gastronómicos y cocineros no se deben dejar embaucar con estos canjes, a cambio de espejitos de colores. Porque estos nefastos personajes son muy jóvenes, si no les ponen un coto a la situación ya mismo, van a seguir usufructuando su negocio durante mucho tiempo. Y no faltará el día en que los instagamers nos reemplacen a los periodistas. Ya estamos en camino, a poco que se vea lo que está pasando en los diarios masivos, en los que las notas sobre gastronomía son escritas por neófitos absolutos en la materia (ver el suplemento Spot del mismo diario para darse una idea).
Argentina país generoso, si hasta a los garroneros les dan premios y les hace notas en el diario de mayor tirada.