Miguel versus Michel

Viernes, 21 de mayo de 2010
Con Brascó y Rolland, Fondo de Olla sigue generando amigos


Michel Rolland dice que el “Merlot de la Patagonia necesita un poco de tiempo antes de ser tan bueno como para convertirse en vino… Pero podría andar muy bien” (ver nota Michel Rolland se deschavó). No obstante firma un blend patagónico que tiene Merlot. Que no es un vino a futuro sino que ya se está comercializando desde hace tiempo.

Otro Miguel, en este caso Brascó, afirma en la Revista La Nación (del 2 de mayo de 2010), que “Descorchar un Merlot Varúa de Finca La Anita demanda un taca taca de $ 530; pero comparado sorbo a sorbo con un genuino Château Petrus de Bordeaux, sus calidades más que similares los hace indiscernibles (sic)”… Y agrega que “tras probarlos con el sagaz Fabricio Portelli, coincidimos en esa apreciación”. Menuda manera de mandarlo al frente al Portelli.

Qué notable contradicción: para uno el Merlot Patagónico es “bragueta” (por utilizar un término “brasconiano”) como aquel Andeluna presentado en una Expo, comentario que desestabilizó emocionalmente a Don Rodolfo Reina, bodeguero histórico que aquella vez no daba crédito a lo que oía. Pues qué país paradojal el nuestro: en apenas unos miles de kilómetros de sur a norte, pasamos de un Merlot que no es vino (según MR), a otro que es tan idéntico al Château Petrus que es imposible identificar uno de otro (MB, dixit).

Nunca pensé ver enfrentados, al menos dialécticamente, a estos dos pesos pesados del vino. Si bien al Miguel nuestro no le gustan los vinos con sangría, a veces pone entre sus destacados a algunas etiquetas “rollandianas parkerianas”. Y para el Miguel importado, los Merlot patagónicos necesitan tiempo para “ser vinos”.

Mamma mía, país de contrastes la Argentina. Un Siglo XXI Cambalache Vínico.

Foto: armado sobre imágenes de Flickr
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